La derecha vacua
Por Hugo Herrera, profesor de la Facultad de Derecho UDP
En un día, y Boric desnudó -por contraste-, con sus palabras y actitudes, la banalidad del adversario. Ocho años enteros, y Piñera fue incapaz de hacer un discurso con lucidez histórica y política. No logró salir de las listas de medidas inconexas, la gestión, la economía y la policía. No consiguió palpar al pueblo en su territorio, sentir al paisaje y a la historia y el significado de su conformación en la constitución de vidas con sentido. No se llegó a percatar del papel simbólico y conductor que le corresponde a la Presidencia de la República y al punto que tuvo que venir el Parlamento a sacarlo de la parálisis en 2019.
Es cierto que las palabras son insuficientes. Es menester también la gestión y la economía. Pero la consciencia política -histórica, republicana, popular, telúrica, simbólica y conductora- es condición de un ejercicio eficaz del gobierno.
Mientras tanto, los partidos derechistas siguen dando un triste espectáculo. Evópoli y la UDI son complementos perfectos cuando se trata de defender el neoliberalismo ultrón. A RN -el de Desbordes- hay que reconocerle la producción de los acercamientos y el acuerdo del 15 de noviembre. A poco andar, empero (y tras operaciones formidables de los “fácticos”), vuelve la alianza completa a quedar en la futilidad; sin planteamientos, salvo el hostigamiento pequeño.
¿Dónde hallar la raíz del vaciamiento de sentido que aqueja a la parte gruesa de los partidos y dirigencias derechistas?
Hay una trenza que nace con la dictadura y persiste hoy, aunque en una versión decadente: la trenza entre economicismo e intereses económicos.
El economicismo surge de la tesis de Friedman de que el orden económico neoliberal es la condición necesaria de un orden político adecuado. No se ve que la relación de factores es menos simple. Que sin un orden político legítimo, es decir, reconocido por el pueblo, viene la crisis política y no hay florecimiento social, cultural o humano posible, tampoco económico (como lo demostró octubre).
Además, los intereses económicos han permeado profundamente a la derecha, corrompiéndola, desde sus parlamentarios -varios sospechosamente dotados de recursos que exceden largamente sus dietas- hasta sus “think tanks”, verdaderos centros de lobby y formación de cuadros o columnistas que coinciden usual y sospechosamente con el interés del capital.
Los resultados son palmarios: dos gobiernos fracasados; tres partidos en crisis ideológica y política profunda; dirigencias que hablan pero no dicen nada (y a las que no conviene creerles); y posiciones ideológicas vetustas, impresentables en cualquier foro libre.
En el momento de cambio de época por el que pasamos, o esa trenza comienza a ser desarmada, mediante una operación decidida de limpieza y trabajo político e ideológico serio, o la derecha postdictatorial terminará definitivamente consolidándose como un mero grupo de interés, políticamente inane.
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