La deuda de Bachelet
Las incógnitas que rodeaban el futuro de la expresidenta Michelle Bachelet se van, poco a poco, despejando. Entre las posibilidades que baraja para proyectar su influencia, además de opciones internacionales, destaca la fundación Horizonte Ciudadano, algo muy lejano a aquella idea de plantar tomates que asomó en 2016. Sonaba a broma pero no lo parecía tanto. ¿Cómo no iba a querer marcharse hasta la mismísima China si pudiera, afligida como estaba frente al desplome de popularidad producido por el caso Caval?
Su lanzamiento tuvo cierto aire de remake. Su apuesta por los los millenials evoca a Sentidos Comunes, proyecto emblemático de su anterior fundación. Por Dialoga, plataforma para su retorno a La Moneda, comenzó a circular el semillero de lo que sería el Frente Amplio. Al acusar posteriormente a sus integrantes de no provenir de la clase obrera pasó de la simpatía inicial a una distancia involuntaria. En paralelo, perseveró en la juventud como cantera de cuadros de su segundo gobierno. Sería alimentada por la G-90, facción del PPD liderada por el exministro Rodrigo Peñailillo, considerado como su "hijo político". El experimento, como se sabe, tuvo ribetes bíblicos: vino viejo en odres nuevos.
Las dificultades que ha enfrentado la exmandataria para impulsar liderazgos de relevo en los jóvenes encuentra su correlato en otra dimensión, íntimamente ligada a su figura: la de género. Resulta llamativo que, de las 45 mujeres que integraron sus gabinetes, muy pocas aparezcan en el ranking de La Tercera-Cadem de las 50 más influyentes de Chile, destacando la exministra Pilar Armanet. Mientras los análisis se concentran en el acceso de las mujeres a la vida política y su posible impacto, se sabe menos de los factores que favorecerían, en el caso de cargos designados, su permanencia en ella. La observación de otras experiencias como, por ejemplo, los pasos que ha dado una líder mundial que el feminismo no adopta como ícono, la canciller alemana Ángela Merkel, entrega algunas pistas. Al momento de inaugurar su cuarto mandato, junto con nombrar sus nuevos ministros, hizo también una elección clave: colocó como sucesora al frente de su partido, la CDU, a Annegret Kramp-Karrenbauer, hasta hace poco primera ministra del Sarre. Lo anterior ha sido interpretado como una señal de su propia retirada, aunque a plazos y tomando el rol de mentora.
Si la función del liderazgo, como señala Ralph Nader, es la de producir más líderes y no más seguidores, parece claro que Bachelet está en deuda. Solo el tiempo dirá si Valentina Quiroga, la elegida para conducir su nuevo espacio y con puentes con el Frente Amplio, podrá por fin repararla.
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