La deuda pendiente con el empleo

Empleo Desempleo
La deuda pendiente con el empleo. Andres Perez

Es necesario dimensionar las negativas implicancias que tiene para el país acostumbrarse a tasas de desempleo sobre el 8%, lo que hace imperativo que el país se coloque metas mucho más exigentes.



Si bien en el trimestre octubre-diciembre 2024 el desempleo mostró una ligera caída interanual de 0,4 puntos -pasando de 8,5% a 8,1%-, el balance general que se observa sigue siendo preocupante. El país acumula dos años consecutivos con una tasa de desempleo sobre el 8%, duplicando la tasa promedio de la OCDE y sin que se observe una creación robusta de empleo para volver a los niveles que se observaban antes de la pandemia, donde en la década previa el promedio se situó en 6,9%.

Las mejores cifras del último trimestre del año pasado, aunque en apariencia constituyen una buena noticia, en gran medida están incididas por una importante desaceleración de la fuerza de trabajo, que solo subió 0,5%, su menor nivel desde abril de 2021. El número de nuevos puestos de trabajo creados durante el trimestre terminado el último mes de 2024, en relación al mismo período del año anterior, llegó a 82.920, la menor cantidad también desde abril de 2021.

Es un hecho que la economía no está siendo capaz de crear todos los puestos de trabajo que el país requiere, manteniéndose aún importantes brechas entre hombres y mujeres. La debilidad que se observa en el mercado laboral no parece estar suficientemente dimensionada en el debate público, y es llamativo que el Ministerio del Trabajo no tenga este aspecto como una de sus preocupaciones más fundamentales, apareciendo más bien colocando sus energías en reformas que seguirán aumentando los costos laborales, lo que atenta contra el propósito de apuntalar con más fuerza el empleo formal.

El cuadro general se ve menos deteriorado en parte por el fuerte incremento que ha tenido el empleo ligado al sector público, lo que se traduce que en la última década el empleo público ha crecido a un ritmo casi tres veces sobre lo que registra el sector privado, llegando al punto que los empleos que representa el Estado ya rondan el millón de asalariados.

Las cifras del último trimestre del año pasado dan cuenta de un aspecto favorable: la tasa de informalidad bajó 1,1 punto en 12 meses, pasando del 27,5% al 26,4%, su menor nivel desde junio de 2021, y menor al promedio que se registraba en los años inmediatamente anteriores a la pandemia. Resulta extraño que la autoridad celebre esto como un logro especial, porque más allá de esta baja puntual -que aún es temprano para establecerla como una tendencia- sigue siendo una proporción enorme de trabajadores que continúan en la informalidad. Sin que se establezcan metas mucho más exigentes en este ámbito, cabe preguntarse cómo ello impactará, por ejemplo, en la reforma previsional que se acaba de aprobar, donde un componente importante para financiar el mayor gasto en pensiones descansa en los aportes que hagan los propios trabajadores y los empleadores.

Fundamental para inyectar mayor dinamismo al mercado laboral es que el país reactive la tasa de crecimiento. De continuar en niveles en torno al 2%, que es lo que se prevé para los próximos años, el panorama es desalentador. Un estudio de Clapes UC estableció que con tasas de crecimiento entre 2,6 y 2,7% el desempleo se mantendrá estable en torno al 8,5%, lo que refuerza la noción de que el país debe necesariamente colocarse metas mucho más exigentes si queremos revertir el actual estancamiento.

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