La economía se ajustó, pero su capacidad de crecer está agotada
El diagnóstico desde el Banco Central es lapidario: las variables que determinan el crecimiento se han ido agotando y el país no puede aspirar a más de un 2% de aumento del PIB en los próximos años, luego de crecer a más de 6% en los noventa.
“La economía chilena volverá a crecer a niveles acordes con su potencial, pero debiéramos preguntarnos si eso es suficiente o no y qué podemos hacer para mejorar esas tendencias”. La reflexión de la presidenta del Banco Central, Rosanna Costa, durante la presentación del Informe de Política Monetaria en el Senado no dejó indiferente a nadie. Porque más allá de la mala coyuntura actual, Costa ponía el dedo en el gran problema de la economía chilena: su baja capacidad de crecer en el mediano plazo, dado que las proyecciones de tendencia del instituto emisor señalan que el PIB tendencial se ubicaría bajo el 2% hacia fines de la década.
Al respecto, la presidenta del instituto emisor fue muy clara al advertir que “todas las variables que determinan el crecimiento de mediano plazo se han ido agotando en los últimos años, por una caída en la productividad y una disminución del stock de capital reflejado en la baja de la inversión”. O sea, nos quedamos sin reservas para el futuro.
Se trata de una noticia muy desalentadora y grave. Desalentadora, porque Chile tuvo una capacidad de crecimiento muy superior. Grave, porque significa que la capacidad del país de ofrecer un mayor bienestar a sus habitantes se reduce en forma considerable.
Los datos están a la vista. Mientras en la década del 90 Chile creció a una tasa promedio de 6,1%, en los diez años siguientes fue de sólo 4,2%, cifra que cayó a 3,3% entre el 2010 y el 2019. Ya sabemos que este año la expansión de la economía será en el mejor de los casos cero, y que el próximo no superará el 2%. Pero lo más dramático es que, si seguimos haciendo lo mismo, el país previsiblemente nunca crecerá más que eso. En otras palabras, nunca estaremos entre las naciones desarrolladas.
Todos sabemos por qué estamos en esta situación. La mejor década de Chile, la de los noventa, cuando el país volvió a la democracia, el gobierno de Aylwin se guio por el concepto de “crecimiento con equidad”. Es decir, la antigua Concertación, si bien criticaba aspectos distributivos del modelo de economía de libre mercado, nunca dejó de poner al crecimiento como un factor principal. Y la fórmula funcionó con éxito. El país no sólo creció a tasas récord, sino también redujo la pobreza en forma muy importante.
Esa impronta se mantuvo en todos los gobiernos siguientes, hasta el segundo mandato de la Presidenta Bachelet, donde el foco comenzó a centrarse más en políticas redistributivas a costa del crecimiento, y con más participación del Estado por sobre el sector privado. Los resultados de todo esto están a la vista: Chile, que durante los 90 fue el país líder de la región en términos económicos, hoy en materia de crecimiento está al fondo de la tabla, junto a Argentina y Haití. Lo importante ahora, como advierte la presidenta del Banco Central es, primero, si queremos y, segundo, si somos capaces de cambiar el futuro. Ninguno de los dos aspectos está muy claro.
El si queremos es algo que evidentemente está en duda, toda vez que la mayor parte de las políticas que se siguen implementando son renuentes a entregar un mayor rol al sector privado y, por ende, al crecimiento. Prácticamente ninguna de las acciones de la agenda inicial de este gobierno tenía que ver con aumentar la capacidad de la economía; más bien todas apuntaban a redistribuir lo que hay, o lo que va quedando. Sólo ahora, dado los reveses legislativos de sus proyectos, las autoridades se han mostrado abiertas a considerar el crecimiento como algo central. Pero, evidentemente, todavía es un compromiso muy tenue para la magnitud de la tarea.
Por otra parte, si el país puede retomar la senda del desarrollo, es una pregunta interesante. En teoría, la respuesta es sí. Ya lo hicimos una vez, y no habría razones para no volver a intentarlo. Pero aunque sea así, el camino es muy complejo y largo. Recuperar la caída de la inversión y revertir el colapso de la productividad son tareas muy complicadas. Por el lado de la inversión, se requiere mayor confianza, reglas del juego claras, menos permisología y sobre todo más espacio para el sector privado. La productividad, por su parte, se juega en mejorar la calidad de la educación, algo que hemos visto se ha hecho imposible en estos años. Y nada de esto parece probable que cambie en el mediano plazo.
En suma, si bien el ajuste de la economía está finalizado -la inflación se controló-, las condiciones para sacar a Chile del fondo de la tabla no parecen estar presentes. Por ello, si lo que vivimos hoy es preocupante -dos tercios de las empresas del IPSA bajaron sus utilidades el primer semestre-, lo que viene no es mucho mejor. “Ya sabemos dónde vamos a llegar. La pregunta es qué vamos a hacer cuando lleguemos ahí”, dijo el senador Ricardo Lagos W. luego de escuchar el informe del Banco Central. Hasta ahora, la respuesta es una: ahí nos quedaremos si no hacemos algo muy distinto.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.