Columna de Ignacio Sánchez y Georgiana Braga-Orillard: La era digital y los desafíos de la inclusión para las personas mayores
Vivimos en una era marcada por la digitalización. Cada esfera de nuestra vida ya sea en la salud, la educación, el empleo o la interacción social, ha sido influenciada por el auge de la tecnología. Esta transformación es tan profunda que incluso los Objetivos de Desarrollo Sostenible consideran las tecnologías digitales como un motor fundamental para su logro. No cabe duda de que la pandemia del Covid-19 reveló la importancia de la digitalización y la necesidad de contar con infraestructuras digitales sólidas. Prueba de ello es que las naciones con sistemas digitales más avanzados demostraron una respuesta más ágil y efectiva ante la crisis.
La digitalización no garantiza de manera automática la inclusión. Al revés, las tecnologías digitales, si no se manejan adecuadamente, pueden exacerbar desigualdades, marginaciones y vulneraciones de derechos. Informes recientes de Naciones Unidas destacan cómo las personas mayores enfrentan una creciente brecha digital. Muchos de ellos, a pesar de los beneficios que podrían obtener de estas herramientas, no cuentan con el acceso adecuado ni con las habilidades necesarias para aprovecharlas plenamente, aumentando su vulnerabilidad, especialmente en tiempos de crisis.
Ante el inevitable envejecimiento de la población, una realidad global que marca este siglo, debemos replantearnos cómo abordamos las necesidades de las personas mayores en el mundo digital. Estas personas, lejos de ser un grupo homogéneo, son una población diversa y activa que tiene mucho que aportar al desarrollo de nuestra sociedad. Por ello, es esencial garantizar que estas personas no sean marginadas de la era digital. Más allá del acceso, es la dimensión socioafectiva lo que realmente está en juego. Las tecnologías tienen el potencial de fortalecer sus redes de apoyo, aliviar la soledad, el aislamiento y mejorar su calidad de vida.
En este panorama, el diseño de las herramientas tecnológicas no debe ser un mero ejercicio de estética o funcionalidad. Es una cuestión de empatía, entendimiento y adaptación a las realidades individuales. No es suficiente con desarrollar habilidades digitales; la tecnología debe ser concebida desde su origen poniendo a las personas en el centro, para reconocer y respetar sus habilidades y limitaciones. Solo de esta manera todos y todas podrán disfrutar de los beneficios del progreso tecnológico.
Desde este entendimiento, la Fundación Conecta Mayor de la Universidad Católica y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo han trabajado de manera colaborativa para desarrollar la App Mayor, una interfaz para teléfonos móviles adaptada para personas mayores. El diseño de esta interfaz ha tenido a la vista las características y habilidades diferenciadas de las personas mayores para facilitar la vinculación con familiares, el acceso a servicios del Estado, entre otros beneficios. Esta herramienta, disponible de manera gratuita para todos y todas en Google Play, es testimonio de un diseño inclusivo que puso en el centro a las personas mayores y sus necesidades.
En el camino hacia una verdadera inclusión digital, enfrentamos el desafío de redireccionar nuestras miradas hacia las personas mayores. Una inclusión genuina de este grupo de la población requiere un cambio cultural urgente, que valore y realce la vejez, y que erradique los estereotipos y prejuicios que los excluyen y silencian. Mientras impulsamos políticas y herramientas digitales para mejorar sus vidas, la verdadera meta es forjar una sociedad inclusiva en todos los frentes, integrando perspectivas de género y un compromiso firme de no dejar a nadie atrás. La inclusión real es aquella que levanta barreras, no solo las digitales, sino también las del entendimiento y el respeto.
Con App Mayor, hemos dado un paso en esa dirección. Pero aún queda mucho por hacer. Invitamos a otros actores, tanto del ámbito público como privado, a invertir en soluciones que realmente marquen la diferencia en la vida de las personas, apoyando a que Chile sea una sociedad más inclusiva, éticas y sostenible.
Por Ignacio Sánchez, Rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y Georgiana Braga-Orillard, Representante Residente PNUD Chile
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