La Falange con Política y Espíritu
Por Alejandro San Francisco, académico de la Universidad San Sebastián y P. Universidad Católica de Chile; director de Formación del Instituto Res Publica
Hace exactamente 75 años, en julio de 1945, apareció el primer número de Política y Espíritu. Surgida bajo el impulso de la Falange Nacional, reflexionaba sobre la realidad de Chile y América Latina en medio de una época de crisis e incertidumbre a nivel mundial. Era una revista que buscaba “dar un rumbo a los espíritus y orientar los criterios”, como proclamaba en su primera editorial: “Son las ideas, es el espíritu, lo que, en última instancia, conduce a los hombres y a los pueblos”. El texto agregaba que “no puede haber acción si ella no está precedida por el espíritu”, sintetizando el contexto de la naciente publicación de la siguiente manera: “La iniciamos hoy bajo el signo palpitante de un mundo convulsionado por la guerra y angustiado ante el umbral de la paz. Y lo hacemos con fe y confianza, no con la confianza ciega del que no ve ni siquiera el peligro sino la otra, la que deriva del conocimiento de la tradición y de las virtudes que nos definen como nación en el escenario de la historia”.
El primer director de Política y Espíritu fue Manuel Fernández, y el comité editorial original estuvo compuesto por Andrés Santa Cruz, Manuel Garretón Walker, Alejandro Magnet y Javier Lagarrigue. Más tarde se incorporaron Radomiro Tomic y Eduardo Frei Montalva. Los primeros editoriales salían de la pluma de Magnet o Lagarrige, pero desde el N° 10 fue Frei el encargado de redactar y dar la línea a la revista, poniendo temas de discusión, aportando ideas y señalando rumbos.
El nombre de la revista tenía su historia dentro del falangismo, precisamente asociado a la figura de Frei Montalva. A mediados de 1934, el joven abogado había pronunciado una conferencia en la Universidad Católica, que fue reproducida con el título “La política y el espíritu”, en las páginas de El Diario Ilustrado del 17 y 18 de junio de ese año. Con el mismo nombre, el líder de la Falange –que ahora operaba como grupo escindido del Partido Conservador– publicó en 1940 un interesante libro que prologaba Gabriela Mistral. La primera edición apareció bajo el sello de Ercilla y seis años más tarde fue publicado nuevamente con algunos cambios por Editorial del Pacífico, que promovía precisamente el mismo grupo reunido en torno a la revista. La obra de Frei analizaba los sistemas políticos y económicos de su tiempo, incluyendo el marxismo y el capitalismo, así como la necesidad de un orden nuevo, comunitario y personalista, que llegara a las muchedumbres.
Se puede decir que la revista Política y Espíritu seguía esa misma línea doctrinal y política. Como definieron sus promotores, pasó a ser un gran medio de difusión de los ideales de la Falange y posteriormente del Partido Demócrata Cristiano (fundado en 1957), además de ser un espacio de sociabilidad y cultura socialcristiana en el Chile de mediados de siglo en adelante. Un reciente estudio de Álvaro Góngora muestra que también contribuyó a fortalecer la imagen pública del propio Frei, reproduciendo sus discursos parlamentarios cuando asumió como senador en 1949, hasta que llegó a La Moneda en 1964 (ver “La editorial del Pacífico y la revista Política y Espíritu en la vida de Eduardo Frei Montalva”, en Boletín de la Academia Chilena de la Historia, N° 127, 2018).
La revista se extendió por varias décadas y su periodicidad era mensual. Una revisión de los primeros años muestra la variedad de intereses y temas que serían característicos de los falangistas en una época de ascenso político, cambios en la sociedad y deseos de adoptar definiciones por parte de los líderes más importantes del socialcristianismo de entonces, como eran Eduardo Frei, Bernardo Leighton y Radomiro Tomic; algunos intelectuales y académicos como Jaime Castillo Velasco, Alejandro Silva Bascuñán y Francisco A. Pinto Santa Cruz; figuras incipientes y que tendrían destacada trayectoria en el país, como Patricio Aylwin, y otras personalidades cercanas y admiradas a nivel nacional, como Gabriela Mistral y monseñor Manuel Larraín. Adicionalmente aparecen algunos artículos reproducidos desde el extranjero, entre los que destaca la figura de Jacques Maritain, además de Charles Pëguy y Luigi Sturzo.
En los editoriales de Política y Espíritu entre 1945 y 1947 emergen temas que tienen una clara filiación con los desarrollados en la década anterior por los falangistas, que se expresaron doctrinalmente a través de revista Lircay y por medio del pensamiento de algunos líderes de especial valor intelectual, como Manuel Garretón Walker y el propio Frei Montalva. Los editoriales, documentos y artículos abordaban aspectos del pensamiento católico vigente, tanto tradicional como de renovación, propios de la Europa de entreguerras, en el que intelectuales como Mario Góngora, Jaime Eyzaguirre y Eduardo Frei ofrecían una verdadera “Revolución del espíritu” como respuesta a los desafíos políticos, sociales y culturales de una sociedad en crisis, como ha retratado muy bien Diego González Cañete en su excelente investigación sobre esas tres figuras y su ideario intelectual en la década de 1930.
La revista Política y Espíritu reflexiona sobre aspectos centrales del catolicismo y su ompromiso en la sociedad, tales como la idea de “revolución moral” (instalada por Péguy), la certeza de que solo “la verdad nos hace libres” (en clara alusión evangélica), la fuerza de la idea cristiana (como unidad, fe y destino), la relación entre moral y economía, así como entre la esperanza y la política. También profundiza materias como las tareas de América Latina y el mundo, las dimensiones política y económica de la democracia, las responsabilidades de la paz tras la Segunda Guerra Mundial y otros tantos temas en que van imbricando los conceptos de fondo con las soluciones prácticas, las doctrinas filosóficas con las expresiones sociales de las mismas. La democracia no debía restringirse a las meras expresiones electorales o políticas, sino que debía considerar el desarrollo social de las personas, de lo contrario a los más pobres el régimen de libertades no les significaría algo particularmente valioso. Sin perjuicio de ello, valoraban la democracia chilena, sus procesos electorales y la tradición cívica del pueblo.
Estudiar el contenido y significado de Política y Espíritu es una tarea importante y necesaria para comprender mejor a la Democracia Cristiana que luchó por hacerse un espacio en la vida nacional, que creció y se convirtió en el principal partido político chileno y que llegó a La Moneda en 1964 con grandes esperanzas de cambios revolucionarios en libertad. Esto contribuiría a intentar comprender mejor la identidad de un proyecto que ha sido calificado como propia de un “partido ideológico” (Bernardino Bravo Lira), en “lucha por definirse” (Francisco Javier González) o de una democracia que tuvo que luchar contra los extremos que se cruzaban para intentar detener sus avances, según la percepción de los propios falangistas. En cualquier caso, era un conglomerado con ideas que vinculaba a la acción práctica, y no una mera máquina electoral o de disputa por el poder, aunque lo buscara durante años.
Sin duda, la política y la democracia que precedieron al 11 de septiembre de 1973 eran muy distintas a las de las primeras décadas del siglo XXI. En el plano de los partidos, estos comenzaron a representar progresivamente ideas más consistentes, incluso más ideológicas, intolerantes y menos pragmáticas, estaban llenos de ideas y conceptos nacidos de la realidad nacional o de las grandes corrientes del pensamiento mundial, que redefinían la democracia y la revolución, así como los desafíos políticos del futuro. Esto se podía apreciar en todas las corrientes políticas, las que tuvieron algunas publicaciones de notable interés doctrinal, contribuyendo de esa manera al debate y difusión de ideas, que hoy son piezas indispensables para el historiador y para cualquier persona interesada en la cultura política de la época. El Partido Socialista contaba con la revista Arauco; el Partido Comunista había fundado tempranamente Principios; los falangistas crearon la mencionada Política y Espíritu; más tarde la derecha contó con el soporte de Portada. Los intelectuales y figuras políticas de cada grupo nutrían a estas publicaciones y a su vez recibían ideas de ellas, en un proceso de retroalimentación muy interesante.
Los tiempos han cambiado, y las realidades culturales y políticas también. Sin embargo, conocer la trayectoria intelectual de los partidos políticos chilenos y de sus principales figuras sigue siendo una tarea necesaria, para una mejor comprensión histórica, pero también para un enraizamiento político más seguro en las derechas y las izquierdas. Esto ciertamente también incluye a aquellos que procuraban –con una flecha hacia el cielo y dos barras hacia los lados– distanciarse de ambos extremos y representar una nueva forma de hacer política, con todas las dificultades y contradicciones que ello supone, con los éxitos y fracasos que la historia les mostró en el camino.
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