Opinión

La hora más oscura

Foto: AFP MANDEL NGAN PEDRO PARDO

No cabe duda de que los anuncios de aranceles por parte del gobierno de Estados Unidos son una mala noticia para la economía chilena. El seguimiento de aranceles globales fue difícil la última semana, ya que la administración Trump partió con la aplicación de aranceles más altos a la mayoría de sus socios, para después pausarlos y, a la vez, aumentar considerablemente los impuestos a China. Al menos esto ha dejado más claro cuál era su objetivo. Mas allá de la incertidumbre y la volatilidad en los precios activos financieros, una guerra comercial entre Estados Unidos y China tendrá efectos negativos para ambos países y para el mundo en general, incluido Chile.

En los anuncios de la administración Trump, la sorpresa negativa para Chile no radicó tanto en el impacto directo de los aranceles sobre nuestro comercio. Esto, porque el arancel del 10% que se impusieron a las exportaciones de Chile se acerca a lo que habíamos asumido como escenario base en las últimas semanas. La exceptuación del cobre (que era esperable) y la madera (una sorpresa) fue positivo, aunque sea temporal. Una respuesta, ojalá sigilosa y cuidadosamente calibrada, de Chile tampoco debería sorprender a nadie. Sin embargo, los gravámenes estadounidenses mucho más altos -más del 100%- sobre las importaciones de China son una verdadera sorpresa e implican un impacto comercial mundial más agudo de lo que se esperaba. Indirectamente, esto también es un shock negativo para nuestro país.

Así, China se enfrenta ahora a un muro arancelario tan formidable en EE.UU. que hará inevitable un desvío de las exportaciones hacia otros mercados para hacer frente a su exceso de capacidad en su sector manufacturero. Es esperable también que las cadenas de suministro se reconfiguren para proveer los bienes que se dejan de comerciar directamente entre EE.UU. y China.

La administración Trump cree tener lo que en teoría de juegos se denomina una estrategia dominante, que le ofrece un mejor resultado, sin importar qué estrategia elijan los otros países. En este caso, EE.UU., por su importancia como mercado importador, cree tener la capacidad de escalar el conflicto de maneras que resulten desventajosas o costosas para sus adversarios (China, en particular), mientras que estos no pueden hacer lo mismo a cambio. En esta lógica, China, y cualquier otro país que tome represalias contra los aranceles estadounidenses están, sin duda, jugando una mano perdedora.

Sin embargo, China tiene una considerable capacidad de escalar esta guerra comercial, y también en otros frentes (financiero y regional). Estados Unidos obtiene bienes vitales de China que no pueden reemplazarse a corto plazo ni fabricarse localmente a un costo que no sea prohibitivo. Reducir la dependencia de China puede ser razonable, pero EE.UU. debería aprovechar el poder de las economías de mercado del mundo para aislar a China en lugar de distanciarse de sus aliados y socios comerciales con amenazas de aranceles.

Es importante destacar que un posible exceso de exportaciones fuera de Asia probablemente tendría un efecto desinflacionario. Esto significa que el Banco Central deberá estar atento para ajustar la política monetaria, con el fin de contrarrestar esta dinámica. Finalmente, en medio de toda esta incertidumbre y batahola comercial, la conclusión es que la economía chilena sigue dependiendo de sí misma, de mejorar su productividad, diversificar sus mercados de exportación y cerrar las brechas de ahorro y gasto. El problema es que llevamos años sin ocuparnos de esto.

Por Luis Llanos, profesor de Ingeniería Industrial, U. de Chile

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