La importancia de la educación intercultural para combatir el racismo

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Por Margarita Calderón, investigadora asociada CIAE U. de Chile y académica del Departamento de Estudios Pedagógicos; Antonia Huentecura, educadora tradicional; Manuel Huichao, educador tradicional; Diego Fuenzalida, Sofía Bravo, Elizabeth Simonsen, CIAE U. de Chile

(*todos los autores participan en las investigaciones sobre Lengua Indígena del CIAE)

Los hechos ocurridos en Curacautín y otras ciudades de La Araucanía el día 1 de agosto han puesto el ojo de la opinión pública en el clima de tensión que se vive en La Araucanía hace meses. Estos hechos demuestran que el vínculo entre el Estado de Chile y el pueblo Nación Mapuche encierra un conflicto que, aunque en ocasiones no se manifieste, está latente. Hasta hoy, ningún gobierno ha reconocido a los integrantes de este pueblo en su diferencia cultural y en igualdad de derechos, deuda que muchas veces se ha tratado de ocultar bajo capas de buena voluntad y políticas insuficientemente compensatorias. Sin duda existe un racismo, la mayoría de las veces implícito, que ha sido heredado y tiene que ver con el imaginario histórico que nos dice que solo existe un tipo de chilenos, así como también con la negación histórica de la usurpación de territorio mapuche. De allí que para parte de la sociedad sea imposible empatizar y darles perspectiva histórica a las demandas del pueblo mapuche.

Esto dificulta, también, una valoración de las culturas originarias más allá de la folclorización de éstas, instalando un abordaje superficial en la cultura oficial, que despoja de complejidad y solo rescata lo que a la sociedad le acomoda ver de la diferencia.

Solo muy recientemente, el Estado ha decidido incorporar en el sector educativo políticas de apoyo a los pueblos originarios. En el año 1996 se crea el Programa de Educación Intercultural Bilingüe, con el que se han ido creando acciones que, año tras año, y con esfuerzos silenciosos de personas anónimas, han podido impulsar una política pública sorprendentemente desconocida: desde el año 2010, aquellas escuelas chilenas que poseen un 20% o más de estudiantes con ascendencia indígena deben poner a disposición de sus alumnos la asignatura de Lengua Indígena (hoy de lenguas y culturas de los pueblos indígenas ancestrales). Este pequeño paso hacia adelante, así como la incorporación de la interculturalidad como un principio de la Ley General de Educación y la ratificación del Convenio 169 de la OIT, han entregado un espacio a los pueblos originarios en la escuela.

Esta asignatura es impartida por las y los educadores tradicionales (decreto Nº 301 de Mineduc). En la actualidad, hay más de mil educadores tradicionales en el país, de los cuales más del 80% son mapuche, sin embargo, su figura es poco conocida aún para gran parte de los actores del sistema escolar y por la sociedad en general. Aun así, su rol en la revitalización de la lengua es fundamental. Los educadores son escogidos y validados por sus propias comunidades por sus conocimientos de lengua y cultura y, con ellos y ellas en las escuelas es que niñas y niños pueden experimentar y validar las formas de conocimiento y aprendizajes de los pueblos originarios.

Si bien su experiencia ha sido de dulce y agraz, lo significativo es que esta asignatura ha permitido que se incorporen a las escuelas nuevos actores con otros conocimientos, lo que les ha exigido a éstas flexibilizar la estructura rígida de enseñanza y aprendizaje. A través de estudios realizados los últimos años, hemos evidenciado cómo en muchos casos la asignatura de lengua y cultura indígena llega a cambiar la escuela, y se convierte en un espacio para nuevas formas de aprender: en círculo, en el patio, en el canto, el baile, la reflexión, el nütram, solo por nombrar algunas. Así como también para transmitir valores interculturales que son esenciales en la construcción de una sociedad que reconoce, respeta y valora sus diversidades (pueblos originarios, migrantes, diversidad sexual).

Creemos firmemente que la educación consciente, situada, empática, crítica, y centrada en el respeto de las diferencias culturales es uno de los puntos de partida por los cuales comenzar a combatir el racismo que hoy, hemos visto, sigue instalado en la sociedad chilena. Es por ello que hoy queremos destacar específicamente la labor de las y los educadores tradicionales, quienes, en condiciones laborales precarias aún logran instalar metodologías y recursos pedagógicos para realizar una labor urgente e indispensable, la de llevar los pueblos originarios a las escuelas.

Creemos que la educación cobra un papel central en el cambio social. Una que reconozca la complejidad de los fenómenos y que esté situada en lo que pasa en la sociedad, es una invitación a cambiar los lentes que perpetúan la miope visión de los indígenas como sujetos apolíticos y anacrónicos, pero, sobre todo, es una a invitación a ponerse en los zapatos del otro para que el “nuevo trato” salga una vez del papel de normativas sin alma para materializarse en las relaciones entre las personas y se haga cargo de la historicidad de la relación entre el Estado y los pueblos originarios.

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