La innombrable

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Juan José Santa Cruz, exmilitante de Ciudadanos y fundador de la nueva Convergencia Liberal.


La fuga de militantes derivada de las irregularidades en las elecciones para elegir la nueva directiva del partido Ciudadanos Somos Todos viene jalonada por un conjunto de situaciones que, más allá de alimentar la farándula política, entrega elementos de reflexión para los interesados en la calidad de la democracia.

A primera vista, lo más polémico parece haber sido el fraude electoral. Para los anales queda la opción por la vía electrónica: ¿candidez o desconexión? Ante la probada injerencia de hackers rusos en las pasadas elecciones norteamericanas, la boleta de papel, que iba camino a ser pieza de museo, renace con inesperado brío en los debates mundiales, dada su mayor confiabilidad relativa.

Pero una segunda preocupación emerge -más desde los silencios que de las descalificaciones cruzadas entre bandos en pugna. Al ojo acostumbrado a usar la perspectiva de género, no puede pasar desapercibido el intento de Juan José Santa Cruz por ignorar a la líder de la lista en competencia, María Ignacia Gómez. De sus intervenciones se desprende que, para él, sencillamente ella no existe. Al fenómeno contribuye cierta prensa para quien la política solo se reconoce si hay bastante testosterona, pero ello no lo exime de su responsabilidad al desconocer el estatuto de autoridad de su contendora.

Lo sucedido nos lleva a las situaciones que muchas mujeres enfrentan en el ejercicio de la actividad política. La investigación sobre la violencia política de género avanza en paralelo a la mayor presencia femenina en dicha esfera, favorecida especialmente en América Latina, gracias a las cuotas. Krook y Restrepo encuentran su expresión por distintos medios, incluidos los simbólicos. Fueron los de este tipo los ejercidos sobre Gómez, de forma sutil pero no menos efectiva. Al no nombrarla, o hacerlo despectivamente, se busca su deslegitimación vía invisibilización.

En países supuestamente avanzados se ha llegado a que las políticas paguen su posición con sus vidas. Fue el caso de Jo Cox, asesinada una semana antes del Brexit. En fecha reciente, una diputada británica recibió hasta seiscientas amenazas de violación por las redes en una sola noche. O España, donde Inés Arrimadas, líder de Ciudadanos en Cataluña, se ve expuesta a situaciones tan denigrantes por su condición de no nacionalista que hasta una mujer por Facebook llegó a desearle que fuera violada por "una manada".

Porque Chile está todavía lejos de ello es que lo ocurrido en el marco de las elecciones internas de Ciudadanos no debe ser pasado por alto. No se trata de victimización, sino de cuestionar algo que, por más repetido que sea, no es aceptable: la idea de que "la política es sin llorar".

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