La inteligencia dormida

Este título que hace referencia a la famosa canción del artista nacional Pedropiedra describe de manera completa lo que sucede en el Instituto Nacional.
Estoy convencido que la crisis que vive el colegio podría superarse literalmente mañana si algunas personas de la comunidad hicieran lo que corresponde para salvar al colegio.
Los lamentables hechos que hemos visto estas semanas, como el lanzamiento de bombas molotovs, los encapuchados, los enfrentamientos con carabineros, corresponden a una crónica de una muerte anunciada. Era previsible que ocurriera una situación en esos términos.
En primer lugar, debido a la legitimación de la violencia como un método válido de acción política. Lo que vemos hoy no es más que la consecuencia necesaria de pensar que una opinión se puede imponer por la fuerza. Ayer eran las tomas, hoy son las molotovs.
En segundo lugar, un síntoma de lo que estaba pasando es la disminución de las postulaciones al colegio. Si antes de los que postulaban, solo uno de cada diez estudiantes quedaba en el Instituto, hoy esa realidad ha cambiado drásticamente y con suerte se alcanzan a llenar las vacantes. Por tanto, a priori es presumible que hay una menor valoración del aporte que hace el Instituto Nacional porque los que llegaron ahí en la actualidad, les costó menos entrar.
Por último, el constante apoyo de adultos a las visiones extremistas presentes en la comunidad educativa. Las arengas constantes de algunos profesores y apoderados a quienes se movilizaban, por causas altamente cuestionables, fijaron un piso que sirvió de base para futuras movilizaciones.
Ante estos antecedentes cabe hacerse varias preguntas. ¿Qué pasaría si las personas que tienen liderazgo dentro de la comunidad hicieran lo que corresponda para eliminar la violencia?
Cuando alguien decide estar dispuesto a quemar a otra persona a través del lanzamiento de una bomba molotov, es una idea que no surge de manera espontánea. Detrás de esa lógica lamentable hay una visión política y también hay una organización. ¿Cómo es posible que aspectos que son plenamente conocidos por todos, como los señalados, no le dé indicios a los adultos que conviven con esos jóvenes para determinar quiénes son?
¿Qué pasaría si el centro de alumnos asume su responsabilidad y señala quiénes son los violentistas? ¿Si los inspectores de pasillo dijeran quiénes son? ¿Si los profesores identificaran a los encapuchados?
Sin lugar a duda, se evitarían muchos problemas, volvería la normalidad al Instituto Nacional y permitiría que el colegio siga siendo una vía rápida de movilidad social para muchas más personas y que siga dando a la patria ciudadanos que la dirijan, la hagan florecer y le den honor.
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