La irreductibilidad de Jaime Guzmán

SEÑOR DIRECTOR:
El 1 de abril de 1991, el terrorismo de izquierda asesinó a Jaime Guzmán. Treinta y cuatro años después es necesario, una vez más, volver a repasar algunas de las claves de su proyecto humano y político y con especial urgencia en medio de un clima electoral cada vez más confuso.
En una época de rápidas y complejas transformaciones, Guzmán logró identificar algunos vicios corrosivos de la política tradicional y también de la derecha: el espíritu de consigna y la demagogia. Frente a esas debilidades él propuso un “nuevo estilo” de hacer política, sin promesas vacías o discursos irreflexivos, con convicción y valentía.
Por supuesto, este nuevo estilo requería, y requiere, claridad intelectual y, sobre todo, coraje moral. Por lo mismo, ganar las elecciones no se reduce a mimetizarse para obtener algunos votos, sino que captar el corazón y la mente de las personas, y convocarlas a un proyecto de país que no es transable en lo esencial.
En última instancia, esa es la irreductibilidad de Guzmán que tanto detestó la izquierda y que tanto incomoda a algunos en la derecha. Guzmán lo decía: después de Dios, nos debemos a Chile. Esa es la empresa grande a la que dedicó su vida y que no podemos dejar en el olvido por un año electoral.
Jaime Tagle D.
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