Columna de Carlos Correa: La madurez del Frente Amplio

La madurez del Frente Amplio.
Aton Chile


Una serie de gráficas con la figura del Presidente mirando una montaña, en modo de culto a la personalidad, por haber logrado la reforma de pensiones circuló por redes sociales. Una nota en este medio hizo ver que en el legado del gobierno quiere ponerse la reforma de pensiones. En contraste, la ministra Jara y el ministro Marcel fueron mucho más cautos en la celebración, dejando claro que fue un acuerdo trabajoso y que requirió generosidad de ambas partes. Ocupando un viejo término de la política, fue en la medida de lo posible.

Tanta fanfarria exitista para una generación que prometió llegar al poder para eliminar a las AFP suena algo ridículo. Pero también había prometido escribir una nueva constitución, terminar con las Isapres y no aprobar el TPP-11. La pregunta ahora es cual será, después de este gobierno de realismo y renuncia, la praxis política del Frente Amplio. A los ahora cuarentones les tocará el más probable escenario de tener que vivir como una fuerza de oposición madura, y no una montonera de rebeldes iluminados como fueron en el segundo gobierno de Piñera.

La directiva que surgió tras la fusión de los partidos que formaban parte de la coalición ha sido mucho más concreta y sincera que las que los antecedieron. No tiene el discurso de pertenecer a una generación con valores distintos, pero ha actuado con mucha más firmeza ante los casos de descomposición política. Así, no dudó en no darle el cupo a la diputada a Maite Orsini, que había logrado un éxito jurídico en el Tribunal Supremo de dicho partido. También expulsó inmediatamente al jefe de gabinete de la Dipres ante la revelación de graves denuncias de acoso laboral. No ha tenido el relativismo moral de la directiva de Revolución Democrática cuando estalló el caso Convenios. Respecto a la reforma de pensiones, su presidenta, Constanza Martínez, ha estado más cerca del relato Jara-Marcel que del exitismo digital.

Pero el Frente Amplio tiene el desafío electoral de competirle al socialismo democrático y el PC por la hegemonía de la izquierda. Ya no son la nueva generación que iba a enterrar el sistema neoliberal y dejar atrás el legado de la Concertación, que tanto despreciaron. Tendrán que desarrollar un ejercicio de diferenciación con las otras fuerzas de izquierda que tienen a su favor una trayectoria más larga y donde buscan culpar al frenteamplismo de la posible derrota. Y al mismo tiempo, tiene la obligación de apostar por la unidad pues es la única manera de que el legado del presidente Boric no esté sometido a fuego amigo.

Bajo estas dificultades es evidente que el escenario más deseado es una candidatura de la ex Presidenta Bachelet, en vez de una primaria que pueden ganar, pero terminaría en un festival de acusaciones mutuas en aras de diferenciarse. Aun si lograran ese paraguas bacheletista, sigue pendiente cual es la razón por la que tiene sentido que sigan existiendo como coalición política. ¿Será una fuerza socialdemócrata que le disputará el espacio al PS o que buscará la convergencia con éste? ¿Se irán de vuelta a la calle a disputarles las federaciones a los comunistas y volverán a gritar consignas contra las AFP o la militarización del Wallmapu?

Buena parte de estas respuestas no estarán resueltas en un pleno ideológico, sino con los resultados parlamentarios, que definirán realmente cual es el relato del Frente Amplio en su época de madurez partidaria. La pregunta no es “¿Qué hacer?”, clásica de la izquierda, sino cómo ganarles a sus aliados.

Por Carlos Correa Bau, ingeniero civil industrial, MBA.

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