Opinión

La marraqueta no es la solución

Maternidad

Un bono de un millón de pesos entregado directamente a la madre y otro en una cuenta de ahorro a nombre del hijo o hija, además de analizar la viabilidad de establecer exenciones del impuesto a la renta para aliviar la carga económica de las familias son parte de las propuestas que esta semana realizó el candidato del Partido Republicano, José Antonio Kast, en su plan “Chile renace”, para enfrentar la crisis de natalidad en Chile.

Sin duda, es un problema severo, pues la tasa de fecundidad actual -1,16 hijos por mujer- está muy lejos de la tasa de reemplazo (para que no decrezca la población), que es de 2,1 hijos. Y porque, además, la velocidad de la caída es muy preocupante. En enero de 2025 hubo un 42% de nacimientos menos que en 2015. Ya vienen los resultados del censo para completar el cuadro, que se ve hasta ahora bastante sombrío.

Este no es un problema individual: si seguimos con este ritmo, todos los aspectos de la sociedad se verán severamente afectados: pensiones, salud, cuidados, educación, trabajo.

Es un tema prioritario en muchos países, pero en Chile estamos en pañales en materia de natalidad. En este año electoral, entonces, es pertinente y necesario que las candidaturas planteen propuestas, pero la del Partido Republicano no aborda las causas ni provee soluciones eficientes. Vamos por partes: hay países que han dado bonos mucho más robustos que el anunciado, pero que, sin embargo, no han tenido los resultados esperados (ejemplo: Polonia). Un bono de un millón de pesos o mil dólares tampoco mueve la aguja, es como una gota de agua en el mar. Pero peor aún, puede crear incentivos incorrectos. En su artículo “Dinero por niños: por qué no funciona pagar a las mujeres para que tengan más hijos”, la revista Economist explica que más de la mitad del descenso de la tasa total de fecundidad en Estados Unidos desde 1990 se debe a la caída de los nacimientos entre las mujeres menores de 19 años.

“Algunos políticos podrían aprovechar esta circunstancia para dirigir las políticas de fomento de la natalidad a mujeres muy jóvenes. También pueden sentirse tentados por la evidencia de que las mujeres más pobres responden mejor a los incentivos económicos. Pero centrarse en las mujeres jóvenes y pobres como grupo sería perjudicial para ellas y para la sociedad. Los embarazos en la adolescencia están relacionados con la pobreza y la mala salud tanto de la madre como del hijo”, dice la revista.

Lo que hay que hacer es que las mujeres adultas que quieren tener hijos puedan hacerlo. Enfrentar lo que la experta de la PUC Martina Yopo llama la “infertilidad estructural”. “En Chile no están las condiciones sociales ni estructurales para que las personas puedan tener y criar hijos. Hoy, las mujeres son mucho más conscientes de las desigualdades de género y tienen menos tolerancia a formar familia en contextos de profundas asimetrías”, asegura Yopo.

No hay una sola bala de plata para enfrentar el tsunami demográfico, pero sí hay ya evidencia en ese sentido de cambios estructurales. Uno: que más que un bono, se requiere con urgencia aprobar y poner los votos para la sala cuna universal (hoy en trámite en el Congreso), pues esa es una causa principal para no poder compatibilizar trabajo y maternidad en mujeres vulnerables (Chile Mujeres-UDP). Basta pensar que el bono de un millón de pesos no alcanza ni para cuatro meses de sala cuna. Dos: que hay que igualar salarios entre hombres y mujeres, pues ganan entre 35 y 20% menos por el hecho de ser madres (“Multa por hijo, Dante Contreras et al). Tres: que hay que enfrentar la muy escasa corresponsabilidad entre padres y madres, pues estas últimas realizan dos horas más diarias de trabajo doméstico y parental que los hombres, lo que tiene efecto en su salud mental y física (Encuesta Nacional de Uso del Tiempo). Cuatro: enfrentar la dificultad de una familia para poder acceder a una vivienda donde quepan niños (Ricardo Abuauad, columna en La Tercera).

Siempre es bienvenida la marraqueta cuando nace un niño o niña, más si es de un millón, pero no es la marraqueta la que hace la diferencia, sino una batería de medidas como las expuestas y muchas otras más de largo plazo, además de un profundo cambio cultural, para que las labores de cuidado sean valoradas por la sociedad y compartidas entre hombres y mujeres. Muchas llevan esa responsabilidad de cuidado mayoritariamente en sus hombros, y sienten que se las deben arreglar como puedan. Contradictoriamente, mientras se clama por mayor natalidad, en muchos espacios laborales esta es vista como un “cacho” y los niños no son para nada bienvenidos.

Algo así vivió la diputada Camila Rojas el año pasado, cuando su hija de dos años entró por unos minutos al hemiciclo, pero tuvo que salir, pues dos diputados así lo requirieron: el candidato presidencial Johannes Kaiser y Agustín Romero, del Partido Republicano.

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