La necesidad de la (buena) burocracia



Por Cristian Pliscoff, Escuela de Gobierno, Universidad Católica

Hace unos días, el académico español Víctor Lapuente, quien ha trabajado la relación entre una burocracia profesional y el desarrollo de los países, señaló que uno de los errores de la estrategia implementada por los países que intervinieron Afganistán fue el no haberse preocupado de desarrollar y consolidar instituciones públicas sólidas para generar las condiciones necesarias para un futuro desarrollo del país.

La observación sobre el problema que se develó en tierras asiáticas guarda relación con la necesidad de basar el desarrollo del Estado en instituciones sólidas, que de manera regular y estable usen los recursos públicos de forma racional y articulada en pro del logro de los objetivos comunes. Sin una estructura institucional adecuada, buenas ideas o buenos proyectos estarán condenados al fracaso, así como también puede ser un caldo de cultivo para malas prácticas en el uso de recursos.

Necesitamos de la buena burocracia y de instituciones que funcionen con respeto a las necesidades del Chile actual. No nos referimos al concepto peyorativo de este fenómeno, que se relaciona con lentitud y mal trato, sino al modelo ideal de organización estatal, que busca la eficiencia, el mérito y la separación de la política y la administración. Esta perspectiva se hace más necesaria a propósito de las elecciones que se acercan en los próximos meses, y de los casos de corrupción en el nivel municipal.

Respecto de las elecciones, debemos recordar que cada candidato o candidata propondrá formas para terminar con los grandes problemas que enfrenta nuestro país. Veremos diversas propuestas de programas e ideas que muchas veces responden a intenciones u objetivos, pero que, si no incorporan una visión clara en el ámbito de la implementación, se sumarán a la larga lista de buenas intenciones que nunca llegaron a buen puerto.

Los casos de corrupción en el ámbito municipal han develado un uso político o simplemente mala gestión de las estructuras públicas municipales, donde no hay respeto alguno por los controles, la profesionalización y estabilidad de los equipos profesionales. La buena burocracia evita la politización de la gestión local, y facilita el control ciudadano de los actos de las autoridades elegidas democráticamente.

Como bien profundiza Lapuente, la necesidad de la burocracia no guarda relación, necesariamente, con una administración pública de grandes dimensiones, sino con una donde se privilegie el mérito, la transparencia, la probidad, la eficiencia, el compromiso con el servicio público, y una clara orientación a las necesidades de las y los ciudadanos. Junto con ello, una burocracia que se articule con la sociedad civil y el sector privado para proponer modos de intervención pertinentes a los problemas públicos actuales y emergentes. El futuro de nuestro país requiere, necesariamente, una burocracia que sea un motor de cambio, innovación y probidad.

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