Opinión

La proclividad al suicidio de la derecha chilena

Rodolfo Carter dice que le ganará a Evelyn Matthei. JAVIER SALVO/ATON CHILE

Edward M. Korry fue embajador de Estados Unidos en Chile entre mediados de 1967 y fines de 1971. En los anales históricos su nombre quedó indeleblemente asociado al asesinato del General René Schneider en octubre de 1970 -la CIA proveyó armas a los asesinos-, a los esfuerzos de la multinacional ITT por impedir el ascenso del doctor Salvador Allende a la presidencia, y a las controversias de la nacionalización del cobre.

Los estudiosos del gobierno de la Unidad Popular conocen (casi) de memoria el primer párrafo del cable que Korry le envió al presidente Richard Nixon sobre los resultados de las elecciones del 4 de septiembre de 1970. Korry escribió:

“Chile votó calmadamente por tener un Estado marxista-leninista, siendo la primera nación en el mundo en hacerlo de manera libre y consciente … Es un hecho lamentable que Chile haya optado por el comunismo con solo poco más de un tercio (36%) de la nación aprobando esta elección, pero es un hecho inmutable. Tendrá un efecto profundo en América Latina y más allá; hemos sufrido una derrota grave; las consecuencias serán tanto internas como internacionales; las repercusiones tendrán un impacto inmediato en algunos lugares y un efecto retardado en otros”.

Lo que muy poca gente sabe es que unos párrafos más adelante, en ese mismo cable, el embajador hace un juicio lapidario sobre la derecha chilena. Escribió:

“He dicho repetidamente en estas comunicaciones que tengo total desconfianza en la derecha, la que de manera ciega y codiciosa perseguía sus propios intereses, perdida en una miopía de estúpida arrogancia.”

Recordé las palabras de Edward M. Korry al observar el espectáculo que, nuevamente, está dando la derecha chilena. La proclividad del sector por suicidarse es abismante. La incapacidad por ponerse de acuerdo, por negociar de buena fe, por lograr mínimos comunes que le permita enfrentar las próximas elecciones con un frente unido son sorprendentes.

En lo puntual, lo más difícil de entender es que Renovación Nacional se niegue a hacer una primaria entre Evelyn Matthei y Rodolfo Carter. Claro, lo ideal sería un torneo más amplio, con la participación de Kast y Kaiser (K&K) y Ximena Rincón. Pero, aun cuando, por razones ideológicas, K&K se resten y por razones reglamentarias Rincón no pueda ser de la partida, la centroderecha debiera medir a su candidata con el exalcalde.

Si no lo hacen, durante semanas la izquierda dominará las noticias y las redes sociales, las que se desbordarán con comentarios sobre Carolina Tohá, Jeannette Jara, el señor Winter y las otras candidatas y candidatos. Si, como se rumorea, el Partido Radical nomina a Marco Enríquez Ominami para la primaria de la izquierda, tenemos asegurada una contienda llena de puyas, gambitos y aleteos performativos que capturarán la atención del público como si se tratara de un reality o evento deportivo. Durante ocho semanas nadie hablará de Matthei, ni de su programa, ni de sus ideas.

Pero hay otra razón, aún más importante, para que Evelyn Matthei participe en una primaria con el ex edil de la Florida. Rodolfo Carter es un político serio, valiente, con ideas originales. Fue alcalde electo y relecto por amplias mayorías en una de las comunas más grandes y populares del país. Tiene calle y ñeque. Además, su historia personal es alentadora. Una historia de esfuerzo y perseverancia. El que, sea “padre soltero” y haya adoptado a una niña y niño del entonces Sename habla torrentes sobre su temperamento y personalidad.

Conocí a Carter hace varios años cuando visitó California buscando ideas para construir la sede alcaldicia. Por algún conducto se enteró de que yo vengo de La Florida y me pidió una reunión. Fue una cena grata, una conversación larga en la que conocí a un político estudioso, preocupado por la historia y el futuro. La última vez que hablamos –hace casi dos años- me sorprendió con un plan sobre manejos de aguas en el país, plan que impulsaría las exportaciones agrícolas en forma contundente. La envergadura de ese proyecto es mucho más interesante de lo que le he escuchado a los políticos nacionales en los últimos tiempos.

De vez en cuando Rodolfo Carter y yo nos reunimos a hablar sobre políticas públicas, economía y otros asuntos. Siempre aprendo algo nuevo, siempre me hace pensar. Por eso creo que si se enfrentara a Matthei la conversación pública sería rica y sugerirían nuevas ideas. Y nuevas ideas es, precisamente, lo que Chile necesita. Porque la verdad es que, hasta ahora, lo que escuchamos desde la centroderecha y desde la centroizquierda es más de lo mismo; programas repetidos y un tanto mustios. Y con esos programas seguiremos marcando el paso.

Como se ven las cosas, lo más probable es que Carter no gane esa primaria. Pero eso no importa; una mayor competencia electoral, sea donde sea, siempre representa un triunfo para la democracia y para el país.

Aún hay tiempo para que Renovación Nacional recapacite, para que sus directivos entiendan que escabullir la confrontación de ideas y los debates abiertos es un camino seguro hacia el suicidio, un camino que, parafraseando al exembajador Korry, es rayano con “miopía y estúpida arrogancia”.

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