
La refriega oficialista

No es extraño que un grupo político se vea a sí mismo a la luz de la coherencia y la fraternidad, mientras divisa en sus adversarios una panda de rencores y divisiones. Estas dosis de alienación son necesarias para soportar la vida en la política. El lunes pasado, por ejemplo, cuando los precandidatos del oficialismo fueron citados por la expresidenta Bachelet, varios se felicitaron de lo bien que estaban allí. “Al frente no se pueden ni hablar”, dijo uno. “Este es un sector capaz de ponerse de acuerdo”, dijo otra. “Tenemos el compromiso de apoyarnos”, dijo otra. Nice.
Horas después, la refriega estaba desatada. No, un poco peor: para ser exactos, ya estaba el rifirrafe mientras se felicitaban, porque el sábado anterior el comité central del PS había proclamado, por unanimidad, a la presidenta y senadora Paulina Vodanovic como su candidata presidencial. El PPD ya había interpretado esto como un gesto hostil y una ruptura del subpacto del Socialismo Democrático. Esa lectura no es la que tenía el PS, para el cual no es hostil una decisión soberana ni se puede romper lo que no está unido. Así que las sonrisas eran sólo eso: ficciones.
Nadie duda de que la proclamación de Vodanovic ha perjudicado, en lo inmediato, el diseño de Carolina Tohá, que a fines del 2024 era, en apariencia, la persona más requerida para ser la candidata del oficialismo. Toda su demora en salir del gabinete fue justificada en nombre de esperar el apoyo del PS.
Pero cuando el PPD lo emplazó a apurarse, Escalona lo consideró como una falta de respeto. Enseguida, Michelle Bachelet se cruzó en el camino con su período de “reflexión”. Tohá no esperó y renunció al Ministerio del Interior. Bachelet se declaró fuera de la carrera, pero no hizo ningún gesto por Tohá. Y ahora, ese complicado diseño lo ha liquidado Vodanovic. Tohá tendrá que ajustar su estrategia a una nueva realidad.
Este es uno de los problemas serios de Tohá: diagnosticar correctamente lo que está sucediendo con sus propios socios. El otro es decidir en qué lugar se va a instalar: si en consonancia con la corriente socialdemócrata que -en el PS, el PPD e independientes afines- clamaba por su candidatura, pero ha sido crítica con el gobierno de Boric, o si preferirá mantener la fidelidad al Presidente y, por extensión, al Frente Amplio. ¿Son opciones tan excluyentes, no habrá un desfiladero para evitarlas? Difícil. En cualquier caso, si existe, tendría que encontrarlo.
No es una cuestión baladí: la animadversión del PS se funda, en buena parte, en la idea de que Tohá perjudicó a los socialistas mientras estuvo en el gobierno, tanto en la distribución de cargos como en los debates del comité político. Cierta o no, esta acusación es más hiriente cuando viene del cutis de un partido chovinista como el PS.
Es cierto que el PS atraviesa por un período nervioso, como lo muestran el caso de Isabel Allende (que firmó con otras 14 figuras socialistas un llamado a apoyar a Tohá) y de su reemplazo en el Senado. Pero es probable que ese momento pase y Vodanovic comience a construir fuerza a partir de su sólido apoyo interno. Recién entonces se verá cuánto altera también a las otras candidaturas de la última semana, las de Jeannette Jara y Gonzalo Winter, que enfrentan sus propios problemas de ubicación, aunque Jara apunta a desarrollar un perfil de clase y Winter ha optado por defender el continuismo. Aquí se exhibe con fuerza la artificiosidad de la alianza que componen.
Las primarias son un cacharro enormemente mistificado, que pudo tener utilidad en sus primeros años, pero que a estas alturas es poco más que un escaparate donde se exhiben con entusiasmo sólo los que están asegurados o los que quieren transar algo (como una lista parlamentaria). Se realizan con voto voluntario -de otro modo serían una pesadilla-, concurren los convencidos y no garantizan nada frente a las elecciones verdaderas, excepto el hecho obvio de que es más probable que gane quien ha llevado más gente. Eso era decisivo en un clima excitado como el del 2021, cuando las fuerzas de izquierda parecían ir en un ascenso inatajable.
El ambiente ha cambiado de tal forma, que Chile es ahora un país dañado y a la defensiva, más cómodo para el radicalismo de derecha que para el de izquierda. En estas condiciones, si las primarias llegan a ser realmente competitivas, es porque algo anda mal en la alianza que las vive: o alguien está tratando de redefinir la hegemonía o los postulantes tienen diferencias más profundas de lo que pretenden.
A este panorama Vodanovic ha entrado sin ningún complejo, adhiriendo al mantra de la “unidad de la izquierda”, pero sin temor a distanciarse de las decisiones del gobierno, antiguas o nuevas. Su actitud comunica una autonomía dispuesta a desafiar a la que mostró Tohá en los primeros días después de su salida del gobierno. Y, a diferencia de Tohá, no parece tener nada que perder: ni votos, ni presencia, ni futuro.
Vodanovic es una rival más temible de lo que parece. Lo que quiere decir que si la primaria del oficialismo ya había crecido en incertidumbre, ahora está en el máximo posible. Lo que sigue después de esto es la ruptura. Y acaso la fuga desordenada, como la de un ejército que sólo espera que se abra el Mar Rojo para que se hundan sus adversarios.
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