SEÑOR DIRECTOR:

A cinco años del “Acuerdo por la paz y una nueva Constitución”, y ante las convicciones que persisten en sostener que ese pacto fue una salida institucional a la crisis social que atravesamos y a las constantes amenazas que sufrió nuestro Estado de Derecho -entendiéndose aquello como solución o remedio-, permítaseme discrepar ante lo que parece más bien un lema que requiere reflexión.

Primero, incluso desde antes de ser firmado, hubo claras señales y mensajes explícitos (declaración de la oposición del 12 de noviembre de 2019) del ambiente y horizontes al que aspiraban las izquierdas. Las mismas que no lo honraron nunca. Por el contrario, tergiversaron su contenido lo más que pudieron en el marco de un conato revolucionario que incluyó apoyo implícito y luego explícito a la violencia, y de afanes hegemónicos que nunca dieron el mínimo paso hacia la “casa de todos”. No hubo paz ni nuevo pacto social incluyente. La promesa política falló desde el principio.

Segundo, fue la peste y nuestro confinamiento lo que dejó en suspenso la anomia que ni el acuerdo del 15 de noviembre ni la Convención pudieron detener. Al partir marzo de 2020, el país esperaba -“enlatado” de norte a sur- qué haría la calle.

Finalmente, ante dos procesos constitucionales ampliamente rechazados y una clase política que aún opera bajo los mismos paradigmas de análisis de los malestares con los que fue sorprendida el 18-O y que sigue friccionada por las evidentes e irreconciliables diferencias en sus proyectos de país, el camino seguido testarudamente (si admitimos que el segundo proceso estaba demás) no puede llamarse, en el sentido que se le ha dado, una salida.

Claudio Arqueros

Fundación Jaime Guzmán