La semana decisiva
Kast cometió el primer yerro de su campaña, y en el debate se abre una oportunidad para Sichel y Provoste. Su planteamiento respecto a que la dictadura de Pinochet no encarcelaba opositores no solo es un error de proporciones, sino un crimen.
Hoy es el último debate televisivo de las candidaturas presidenciales. A una semana del absurdo silencio de las encuestas es imposible poder saber en términos cuantitativo cuánto pesará en la decisión final de las personas. Pero si el rating es alto sería una buena noticia en materia de interés. Pese a la prohibición, circulan sondeos, pues nadie prohibió a las consultoras realizarlos, sino difundirlos, por lo que no pueden ser mencionados en esta columna. Pero sí es posible afirmar que, pese a que se mantiene el liderazgo de JAK y Boric, ninguno de los dos es un candidato comparable en intención y desempeño a Lagos, Bachelet o Piñera.
Kast cometió el primer yerro de su campaña, y en el debate se abre una oportunidad para Sichel y Provoste. Su planteamiento respecto de que la dictadura de Pinochet no encarcelaba opositores no solo es un error de proporciones, sino un crimen. El pinochetismo ha sido una mala bandera en las urnas, incluso entre votantes de derecha. Por ello ese sector ha evitado referirse en buenos términos a ese momento traumático de la historia. Esta metida de pata de Kast puede hacer dudar a algunos si un candidato tan extremo es el adecuado para derrotar a Boric en segunda vuelta.
Por otro lado, el candidato del Frente Amplio asusta a probables votantes moderados con las declaraciones de sus partidarios y los enredos de su programa. Su plan de pensiones tiene un aroma fuerte a expropiación y su propuesta de recaudar ocho puntos del PIB es inverosímil. Sus asesores cuando son requeridos por periodistas respecto de estos dos temas suelen sacar ejemplos de países exóticos o modelos teóricos dichos por algún economista de moda. Pero otro mundo es la realidad de las personas que desconfían de las AFP pero están convencidas de que los fondos que están ahí son de su propiedad; o de muchas empresas endeudadas, sin capacidad de pagar más impuestos.
Para Provoste y Sichel el problema radica en la visibilidad. La primera no ha sacado suficiente partido a su trayectoria política, su franja es una pieza pensada para festivales de cine y no para hablarles a las personas que tienen incertidumbre. El caso de Sichel es más dramático, pues ha centrado su campaña en presentarse como alguien que no es. Resulta difícil de aceptar que una persona que fue dos veces candidato a diputado, fundó un partido, fue ministro en La Moneda, se presente como alguien alejado de la política. Para ambos el debate es crucial para mostrarse como representantes de coaliciones amplias, con presencia en el Congreso y el territorio y, por tanto, con mayor capacidad política de hacerse cargo de las dificultades del país.
Las sorpresas pueden ser ME-O y Parisi. En el primer caso, Enríquez-Ominami ha sido invisibilizado por los medios, pese a su conocida locuacidad. Después de un año de acercamientos con la centroizquierda, en el desorden de falta de primarias optó por el camino solitario y, por tanto, en el papel tiene pocas posibilidades. Pero en un debate sin figuras descollantes puede golpear y ganar unos puntos decisivos.
El caso de Parisi, el primer candidato a distancia de la historia de Chile, es más raro aún. Se ha movido en redes sociales, con críticas a los medios tradicionales y a los políticos. Su cálculo pasa por la desconfianza a las instituciones. Si finalmente el pueblo se alzó diciendo que no eran 30 pesos sino 30 años, el economista puede ocupar el vacío espiritual que dejaron la Lista del Pueblo y Rojas Vade.
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