“La trampa de la bala de plata”
SEÑOR DIRECTOR:
Agradezco la mención que me hace Sebastián Soto en su columna. No me puedo hacer cargo, sin embargo, de su interpretación sobre las intenciones de los partidos políticos, aunque no le recomendaría dividir el mundo entre buenas y malas intenciones. En ese discurso se sustentan todos los populismos modernos.
Soto defiende la reforma presentada por un grupo de senadores bajo la premisa de que es mejor un avance humilde a nada. Esa es nuestra principal diferencia, ya que considero que esa estrategia legitima una baja disposición de las élites políticas de llegar a acuerdos de largo plazo, algo que debe ser cuestionado.
Sobre el umbral, Soto no se hace cargo de la crítica que el problema no radica en un número, sino que en una forma individualista de hacer política. La reforma simplemente limitará el número de partidos, pero no propone una salida a la atomización política de nuestro país. Si este proyecto se presentara como el primer paso de un proceso de reforma, en vez de la única posible, sería más fácil entender cuál es la “dirección correcta” de la que se habla.
Sobre la disciplina partidaria, la referencia que ocupa Soto (Toro y Noguera, 2024) contradice su argumento. Las bancadas parlamentarias no actúan como mecanismos de control y, por eso, sus autores proponen reforzarlas. El proyecto de reforma guarda silencio al respecto.
Finalmente, Soto considera que quienes proponemos el fin de los pactos, entre ellos sus propios colegas del CEP, estamos ocupando un argumento de “bala de plata” y que es contraintuitivo con la cultura chilena. Sobre lo primero, se podría argüir algo similar sobre la obsesión con la fragmentación. Sobre lo segundo, solo queda decir que, si las instituciones intuitivas generan fallas de la democracia, lo correcto es cambiarlas, no rendirse ante su facilidad.
Javier Sajuria Garcés
Profesor de Ciencia Política, Queen Mary University of London, y director de Espacio Público