La urgencia de no perder el año escolar

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En la Escuela Puerto Harris, de Isla Dawson, separaron los cursos e implementaron horarios de ingreso diferidos.


Es preocupante, por decir lo menos, que dentro de toda la discusión acerca de cómo el país debe transitar hacia la nueva normalidad, el regreso de cientos de miles de niños y jóvenes a clases no sea una prioridad. Así como hay una gran preocupación por retomar las actividades económicas, deportivas o de entretenimiento, la idea de que los establecimientos educacionales vuelvan a funcionar, pareciera tener más detractores que seguidores, al punto que muchos prefieren dar por perdido el año escolar. 

Se trata de una situación inédita considerando los daños que se están provocando a una generación completa y especialmente a los sectores más vulnerables. Primero, porque la educación a distancia no suplanta el desarrollo de una serie de habilidades; pero también, porque es un mecanismo al que no pueden acceder una parte de la población. De acuerdo a estudios del Ministerio de Educación, cerca de un 40% de los niños no tienen las condiciones para recibirla ya sea por falta de internet o computadores. 

En esto, es importante entender que la asistencia al colegio, especialmente en los sectores más vulnerables, es una experiencia que integra ámbitos fundamentales como la alimentación, salud, apoyo psicológico y actividad física. De esta manera, mantenerlos cerrados es una medida altamente regresiva. Por lo anterior, distintas voces, entre ellas la del secretario general de las Naciones Unidas, han comenzado a hablar de la catástrofe educacional que estamos viviendo, la que significará una pérdida de capital humano invaluable, al tiempo que aumentará las desigualdades.  

Frente a esto, hay que destacar los esfuerzos que está haciendo el Ministerio de Educación por incentivar un retorno seguro a las clases y estableciendo condiciones y protocolos para ello. En esto, lo que resulta inexplicable es la obstinada actitud del Colegio de Profesores, que insiste en rechazar el regreso a clases este año, siendo ellos los que más conocen el daño que se está ocasionando sobre sus alumnos. Lo mismo se puede decir de algunos alcaldes que se han resistido al cronograma propuesto por el gobierno. 

Se escudan esas voces en los peligros para la salud que ello significaría, cuando no parece existir evidencia de que abrir los colegios sea más riesgoso que permitir otras actividades. Además, la experiencia internacional, salvo contadas excepciones, habla de que es posible tener clases presenciales sin provocar grandes problemas de salud. Las cifras globales muestran que gradualmente distintos países están emprendiendo el retorno a clases, en la medida que sean capaces de mantener razonables capacidades de testeo, trazabilidad y aislamiento, junto con asegurar que los colegios puedan cumplir con estrictos protocolos sanitarios. 

Por ende, no hay excusas para seguir postergando un retorno seguro a los establecimientos educacionales. Plantear hoy, cuando queda un semestre, que el año está perdido es un error y una irresponsabilidad teniendo en cuenta lo que está en juego. Los efectos de una educación deficiente no son tan tangibles en el corto plazo, como la caída de las ventas del comercio, pero sus consecuencias son más graves y duraderas. La educación es por lejos el motor del desarrollo, la movilidad social y la cultura de los países. Sin ella, no hay nada. 

 Todo esto, sin contar siquiera los problemas que el cierre de los colegios significa para muchos padres, que ante la imposibilidad de dejar a los niños solos en casa, se les hace muy difícil el poder retornar a sus lugares de trabajo. Es decir, por donde se lo mire, es un tema urgente de resolver. Nada es seguro, por cierto, pero como sociedad ya hemos aceptado que, mientras no exista vacuna, deberemos aceptar riesgos controlados para volver a funcionar. Y los colegios no deberían ser una excepción.  

La encargada de la infancia del Reino Unido, lo dijo en forma muy clara: “Si en algo nos equivocamos es que los niños no estuvieron en el centro de las preocupaciones durante el comienzo de la pandemia. Hoy es claro que los bares y tiendas deben cerrar mucho antes que los colegios”. Ya fue así, lamentablemente, y ahora solo queda no perpetuar el problema.