La vieja cocina, con nuevos cocineros
Por José Francisco Lagos, director ejecutivo del Instituto Res Publica
Esta semana, la Comisión de Sistema Político debía presentar su informe con correcciones, debido al rechazo que tuvo el primero por parte del Pleno de la Convención Constitucional.
Esta oposición se había producido principalmente por las denuncias que públicamente hicieron los convencionales constituyentes: se trataba de una propuesta que no tenía coherencia interna y pretendía crear instituciones que no tienen asidero en la historia constitucional chilena.
Tras este fracaso, los integrantes de la Comisión de Sistema Político se vieron obligada a modificar su propuesta inicial, e intentar llegar a acuerdos con sectores distintos a los que inicialmente apoyaban la propuesta. De hecho, hubo artículos rechazados en el Pleno sin votos favorables, es decir, ni siquiera aquellos que los redactaron se atrevieron a respaldarlos.
En el papel, así es como debieran resolverse las negociaciones, presentando propuestas y después modificándolas para llegar al resultado que las partes estén dispuestas a aceptar. Sin embargo, hay algunas consideraciones que se deben hacer en este caso particular.
En primer lugar, es cuestionable que la Comisión de Sistema Político, después de varias sesiones y cerca de tres meses de trabajo, no haya acordado los apoyos de su propuesta antes del Pleno. Esta dilación innecesaria genera un cuestionamiento sobre aquellos que dicen que a la Convención le hace falta más plazo, debido a que muchas veces ese tiempo lo han desperdiciado con este tipo de acciones inexplicables.
En segundo lugar, el acuerdo que se produjo entre los miembros de la Comisión y entre los distintos colectivos dentro de la Convención Constitucional, terminó siendo una negociación solo de sectores de izquierda, excluyendo a la centroderecha e incluso a parte de la centroizquierda. Si bien todos conocemos cómo quedaron las mayorías polpiticas en la Convención, principalmente por las distorsiones generadas por las listas de independientes y los escaños reservados, pareciera que los convencionales obvian los últimos resultados electorales y que sus ideas representan cada vez a menos personas.
Por último, la fórmula se negoció entre cuatro paredes, sin actas ni registro que la ciudadanía pueda ver para saber quiénes fueron los partícipes de este acuerdo y los argumentos esgrimidos. Los mismos que se vanagloriaban de hacer las cosas distintas, en forma transparente, demostraron una vez más que realizan las mismas prácticas de antes, terminando a última hora una propuesta hecha a puertas cerradas y que terminaron aprobando solo los que comparten sus mismas ideas. Es la misma cocina de siempre, simplemente cambiaron los cocineros.