Las calles de la vergüenza
Por Ricardo Abuauad, Decano Campus Creativo UNAB y profesor UC
Escribo esta columna desde California, la quinta economía del mundo, el estado más rico de Estados Unidos. Pero es también el que tiene el mayor número de personas en situación de calle, en una curva en aumento en la cantidad de involucrados (160.000 en 2020), pero también en las muertes (1.600 en 2021 solo en Los Angeles). En sus ricas ciudades se ven las carpas en todas partes. El título de esta columna está copiado de la serie de noticias de NBC (“Streets of shame”) que trata el tema.
¿Y nuestras “Calles de la Vergüenza”? ¿Y nuestros parques y bandejones de la vergüenza? Con el invierno más cerca, es un deber el abordar el lado más inhumano de la crisis de la vivienda: la impresionante proliferación de carpas en nuestras ciudades. Igual que en California, la dimensión cuantitativa del fenómeno se agrava con varias otras: han cambiado los patrones de ubicación, más presentes y en lugares centrales; se entrecruza con el aumento de la inmigración; lo afecta la crisis de gobernabilidad y las políticas dispares de los municipios; se superpone al deterioro general del espacio público, y a las mafias que controlan los usos irregulares en él; tiene efectos en la salubridad urbana y en el control de la pandemia; se relaciona con los valores en alza del arriendo; se empeora por la crisis de salud mental del país. El asunto es multidimensional, y no tiene ninguna solución mágica.
¿Y la experiencia internacional, qué enseña? Que los diseños de mobiliario y espacio público “disuasivos” (que hacen imposible, por su diseño, instalarse o dormir en ellos), son, además de crueles y feos, inútiles porque solo desplazan el fenómeno. Que la estrategia “punitiva” (multar, desmantelar) por sí sola no ha demostrado ningún beneficio a largo plazo. Que el desarrollo de soluciones (incluso transicionales) dignas, y el rol que pueden tener en ello arquitectos y diseñadores, es clave. Que algunas de las ciudades, entre ellas Houston, que han implementado la política de Housing First (que parte del principio de mover a las personas en SdC lo más rápidamente posible a viviendas permanentes) parecen tener mejores resultados que el “modelo en escalera” (aun a pesar de su énfasis en vivienda en desmedro de otros factores). Que en esta política de Housing First el rol de organizaciones sociales y la sociedad civil es fundamental, combinando al sector público y privado.
Pero, sobre todo, la experiencia internacional muestra tres cosas: nuestra forma fragmentada de afrontar los problemas de la ciudad (sectorialmente, y sin lógica metropolitana), es la peor fórmula posible. Que el éxito en este tema no pasa solo por lo recursos (la situación de la rica California lo demuestra), sino también por una política consistente y sostenida en el tiempo. Y que la solución es ahora, que atrasarla solo agrava el problema, y que, incluso si un futuro derecho constitucional a la vivienda podría favorecer una acción concertada, la necesidad es tan urgente y brutal que no admite esa espera, y exige actuar ya.