
Las derechas al diván

Así como la semana pasada escribimos en estas páginas que no tenía ninguna racionalidad la pulsión del Partido Socialista de torpedear a Tohá, igual de incomprensible es lo que está pasando en las “derechas”.
Kast y Kaiser torpedean con ahínco a Evelyn Matthei, a quien claramente ven como su adversaria política, pero la centroderecha no responde, le baja el perfil, mayoritariamente guarda silencio. No defiende a su candidata con fuerza, pero tampoco -y esto es lo más peligroso- su proyecto político diferente.
Es como si quedaran pasmados frente a la energía de quienes les están compitiendo por el mismo electorado. Como si no se dieran cuenta de que están tratando de invitar a almorzar a su depredador.
Eso debilita la proyección de su proyecto y su ideario.
El diputado Kaiser relativiza la importancia de las vacunas a punta de fake news (ver fact checking), dice que va a eliminar el Ministerio de la Mujer y que Matthei es “contradictoria”.
José Antonio Kast también la critica.
“Me da tanta pena que después de que yo, sin que nadie me lo pidiera, lo apoyara a él en una segunda vuelta, lo único que haga es pegarme”, lamentó Matthei, en marzo.
Y frente a estos ataques, ¿qué dice la centroderecha para defenderla? ¿O para defender su proyecto político como uno distinto del de Trump, Milei, Bukele?
Poco, tarde, en voz baja. Con notables excepciones como Ignacio Briones y la historiadora Lucía Santa Cruz. “La Nueva Derecha que emerge en varias partes del mundo, incluidos los Estados Unidos, y que se asoma a nuestro país, es la negación misma de nuestra tradición constitucional y de su ética y estética”, escribió hace unos días.
Está en lo cierto y más voces como la suya debieran emerger, porque no hace sentido, ni desde la convicción ni desde la conveniencia, no evidenciar la diferencia con claridad.
Especialmente en estos días, en que el mundo contempla con pánico y distancia las decisiones de Trump: no solo es la guerra tarifaria, que ha hecho de la inestabilidad una norma, y que va contra el libre mercado que la derecha supuestamente defiende como pilar fundamental económico.
Es el ataque al imperio de la ley, al Estado de Derecho, a la separación de poderes, la autonomía de las universidades, a los consensos internacionales, a la ciencia, al modo de ver y tratar al adversario político.
Frente a ello, es imposible no separar aguas, estableciendo los límites concretos respecto de esa derecha populista radical -como la define Cas Mudde- con el proyecto de una centroderecha moderna y democrática, que encarna el liberal Emmanuel Macron en Francia, o el conservador Friedrich Merz en Alemania. ¿No fue ese el eje básico del piñerismo?
Esa falta de energía para explicitar esto podrá intentar justificarse diciendo que, al final, tendrán que lograr sus votos para ganar la elección, y que sin sus parlamentarios les será imposible gobernar. Pero el argumento es muy complejo, y hace que el silencio sea más peligroso aún.
Si gobiernan con ellos, ¿serán pauteados por Kaiser y Kast?
Si van a tener que “pedirles permiso” -como dijo el exministro Andrés Velasco-, el escenario es de la mayor dificultad para que Chile Vamos logre convocar a una mayoría y proveer gobernabilidad. Matthei ha dicho que quiere sumar a todos quienes estuvieron por el rechazo al primer proyecto constitucional.
Pero hay que recordar que la constitución de hegemonía republicana también logró una mayoría sólida en contra.
La política de andar pisando huevos con los líderes de ultraderecha puede alejarle a Matthei los votos de centro, puede confundir al votante de derechas, que puede pensar que dan lo mismo Matthei, Kast o Kaiser, y que entonces vote por ellos sin entender o aquilatar la diferencia.
Y puede hacerle un gran problema con el voto de las mujeres. La última encuesta Feedback, donde Kaiser aparece a dos puntos de Matthei, revela también el “inmenso forado” del candidato Kaiser en el voto de las mujeres, como lo definió Juan Pardo, director de Feedback.
El antifeminismo -una de las banderas que agitan los populistas radicales- es intenso en redes sociales, pero es minoritario. Moviliza a menos de un tercio de la población en Chile, según un reciente estudio publicado por el profesor Cristóbal Rovira, de la PUC.
Además, es una actitud que es mucho más prevalente en hombres que en mujeres, y que se correlaciona con otras actitudes -nada populares en Chile tampoco-, como son la tenencia individual de armas como modo de solucionar la crisis de seguridad.
Es de diván, entonces, que teniendo la centroderecha el viento su favor, y una candidata mujer, con la trayectoria, la experiencia y la popularidad de Matthei, no aproveche aquello para robustecer tanto su ideario como a su candidata como algo diferente a la ultraderecha, que hoy está mostrando su real peligrosidad, con efectos en todo el mundo.
Cuando el presidente de Evópoli, Juan Manuel Santa Cruz, dijo que le dolía el estómago pensar que el diputado Kaiser pudiera ser ministro de Matthei, la candidata dijo que en política había que “comerse muchos sapos“. Es cierto.
Pero también es cierto que hay sapos y sapos.
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