Las fortalezas del modelo económico chileno
Desde un nivel de ingreso per cápita 20% bajo el promedio de América Latina en 1980, Chile progresó hasta estar 20% sobre el promedio de la región en años recientes, transformándose en un país de clase media, que logró acotar drásticamente las situaciones de pobreza. Mientras, mediciones de distribución de ingresos muestran progreso sistemático y, también que, gracias al mayor acceso en educación, la distribución de ingresos en las generaciones más jóvenes es comparable a la de países desarrollados. Recientemente, la OCDE ha mostrado evidencia de alta movilidad social en el país.
Ahora, tras la elección de Jair Bolsonaro como Presidente de Brasil, Pablo Guedes, quien sería su futuro superministro del área económica, ha hecho contundentes declaraciones sobre la economía chilena: "los economistas de Chile (…) hicieron 30 años antes que Brasil un Banco Central independiente, un cambio fluctuante, la responsabilidad fiscal, la privatización de empresas estatales, un sistema previsional de capitalización, y por eso Chile se convirtió en la mayor renta per cápita de América Latina".
Si bien no hay mayor novedad en los méritos de Chile, las declaraciones de Guedes suscitan algunas reflexiones. La primera es sobre la importancia de que los chilenos mantengamos una visión objetiva de la realidad económico-social de nuestro país. Mirada la evolución de Chile en el tiempo, o comparada con la de otros países, su desempeño en términos económicos y sociales ha sido excepcional. Más allá de aspectos que corregir, o adecuar a nuevas realidades, debe reconocerse la importancia de lo logrado, y valorar y cuidar las claves tras este desempeño exitoso. No es razonable que, cuando en el ámbito internacional se destaca en forma tan positiva la evolución de nuestro país, una parte importante de la izquierda chilena no logre convivir con aspectos centrales de una institucionalidad que ha probado ser valiosa, y logre -a cambio de eventuales entendimientos electorales- mantener movilizada a una amplia gama de partidos y movimientos tras su voluntad de destruir dicha institucionalidad.
Luego, el importante triunfo de Bolsonaro, apoyado en la articulación de una propuesta para crear explícita y resueltamente una economía libre, debe ser un nuevo llamado de alerta para las cúpulas políticas chilenas, que no logran tomar distancia de los ánimos de "refundación" económica y social de nuestro país, promovidos por sectores radicalizados. Junto al contundente triunfo reciente de Chile Vamos, que fue la forma en que la mayoría de los chilenos optó por proteger el sistema económico y social libre, lo de Brasil sugiere otra señal potente del descrédito de soluciones contrarias a la economía libre.
Aún si sólo por razones electorales, sería valioso que la centroizquierda chilena más moderada se abocara a las propuestas concretas de reforma que están sobre la mesa, en ánimo constructivo, priorizando los intereses que manifiesta la población, y marcara una diferenciación nítida con lo que fue el fallido experimento de la Nueva Mayoría, o de los postulados del Frente Amplio.
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