Las verdaderas urgencias de la educación
Manejar las graves consecuencias de la pandemia, revertir el estancamiento de la calidad y fortalecer la educación pública deben concentrar la atención y los esfuerzos del Ministerio de Educación y no desviar el foco hacia agendas que están lejos de ser prioritarias en el actual escenario.
De acuerdo con el calendario escolar de 2023, esta semana comenzó el año lectivo. A lo largo de casi todo el país, más de cinco millones de niños y jóvenes se están reencontrando con sus comunidades educativas, dando inicio así a un año de múltiples desafíos para cada estudiante, sus familiares y establecimientos educativos. También el sistema educativo nacional tiene retos exigentes, especialmente en un contexto en el que, desde el inicio de la pandemia hasta prácticamente el fin de esta, Chile cerró sus escuelas total o parcialmente, siendo uno de los países de la OCDE que más tiempo las mantuvo sin abrir.
La llegada del Covid-19 nos encontró con un sistema educativo cuyas tendencias positivas en el aprendizaje y en el acortamiento de las brechas socioeconómicas se encontraban estancadas tras más de una década, con importantes rezagos en los logros educativos y en la segregación en el sistema escolar. Es decir, el cierre de los establecimientos por la pandemia se produjo en un momento de paralización de los resultados educativos, además de una alicaída educación estatal, cuyos liceos emblemáticos han mostrado preocupantes señales de deterioro. El cierre de escuelas trajo consigo un aumento en la deserción, mayor ausentismo, pérdidas importantes de aprendizajes, un aumento de desigualdad y empeoramiento de la salud mental de los escolares. Para los años 2020 y 2021 se estimó una pérdida total de aprendizaje de más de un año escolar. En el largo plazo y en un escenario sin mitigación, esto equivaldría a una disminución de un 5,5% del PIB hasta finales del siglo, a raíz del perjuicio en el capital humano, cuyo costo corresponde a más de un 300% del PIB actual.
Ante este impacto en el sistema escolar, se vuelve fundamental implementar medidas eficaces que mitiguen los efectos del cierre de escuelas en los estudiantes. Para ello es necesario abordar diversos frentes, tales como volver a conectar a los alumnos con el sistema educativo, evaluar censalmente y acelerar los aprendizajes más allá de lo que se perdió, y promover el bienestar socioemocional de los estudiantes. Desde mayo de 2022 Chile ha estado implementando la Política de Reactivación Educativa Integral “Seamos Comunidad”. En su diseño, esta abarca las temáticas más relevantes que indica la literatura, relativas al fortalecimiento del vínculo con la escuela, las enseñanzas y la salud mental. Sin embargo, esto no es suficiente, pues varias de las iniciativas fueron implementadas en una escala menor a la nacional, con una cobertura acotada, acompañadas de un presupuesto ínfimo. En enero de este año el ministro presentó el nuevo foco de esta política para 2023, pero todavía no conocemos los detalles ni si contará con presupuesto adicional.
Urge manejar las graves consecuencias que dejó la pandemia en los estudiantes, revertir el estancamiento de la calidad, incluyendo el fortalecimiento de la educación pública, con respuestas enérgicas tanto en los montos involucrados como en la profundidad de las medidas. No se debe desviar la atención de las urgencias reales del sistema. Iniciativas, como algunas de las anunciadas en el último tiempo por el Ministerio, no solo tensionan a los actores del sistema, sino que no son relevantes en estos momentos y están lejos de ser prioritarias.
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