Lecciones para la política pública
Por María Paz Arzola, Libertad y Desarrollo
Una fuerte alza en la compra de televisores y productos electrónicos se produjo luego del retiro de una fracción de los ahorros previsionales por parte de 10 millones de cotizantes en los meses de agosto y septiembre. Si bien ello llevó a algunos a cuestionar la necesidad económica bajo la cual los legisladores justificaron dicha iniciativa, lo que me parece más útil a estas alturas y ad portas de la aprobación de un segundo retiro, es pensar en las lecciones que este episodio nos deja.
Ello me hizo recordar a los premios Nobel de Economía 2019, Esther Duflo y Abijit Banerjee, que en su libro Poor Economics analizan experiencias de familias en situación de pobreza, con el objeto de entender el origen de las carencias que las afectan. Así, por ejemplo, narran el asombro que les causó que en un pueblo remoto en Marruecos, donde escaseaba el trabajo y la comida, las viviendas tuvieran televisor, antena parabólica y telefonía móvil, en circunstancias que sus mismos residentes manifestaban que en caso de tener más dinero, lo destinarían a mejorar su consumo alimenticio. En vez de juzgar, los economistas buscaron entender lo que había detrás de lo que no parecían ser “compras impulsivas por parte de gente que no piensa lo que hace”, sino más bien una respuesta a otras necesidades igualmente válidas.
La importancia de comprender la realidad y las decisiones que toman las personas de carne y hueso es clave a la hora de diseñar políticas públicas que sean efectivas en mejorar su calidad de vida de manera sostenible. En esa línea, los autores plantean la necesidad de dejar de mirar a “los pobres como personajes de tira cómica” y, en cambio, darse el tiempo de entender sus decisiones; pues solo así será posible desarrollar apoyos eficaces que los lleven a progresar. Esto significa no idealizarlos, sino identificar sus motivaciones y los problemas como la falta de información que suelen limitarlos. La lucha contra la pobreza -señalan- “está llena de desechos de milagros instantáneos que terminaron siendo poco milagrosos”; esto es, de ideas que por abordar muy parcialmente las problemáticas de fondo, a la larga fueron inefectivas e incluso dañinas.
En nuestro contexto actual y extendiendo dichas lecciones a la política pública en general, esto nos habla de la necesidad de reconocer que tanto ciudadanos como políticos son imperfectos. Sin ánimo de juzgar, la mayoría de las personas tiene una preferencia mayor por el consumo presente y no ahorrará para su vejez a no ser que se le obligue o que perciba suficientes incentivos para ello. Asimismo, los políticos, salvo honrosas excepciones, tienden a privilegiar medidas cortoplacistas cuyos costos posteriores no tendrán que asumir -pues ya no estarán ahí para hacerlo. De esta forma, si queremos avanzar en políticas públicas que favorezcan un mayor bienestar para la población, urge que incorporemos dichos elementos al análisis y que miremos el futuro, dejando de premiar a quienes lanzan medidas simplistas que pasan por alto las complejidades de la realidad.