Libertad de expresión
SEÑOR DIRECTOR:
El ejercicio de la libertad de expresión debería estar circunscrito únicamente a límites muy precisos: no se puede propugnar el uso de la denigración y el insulto para fines políticos ni la acusación ad hominem gratuita e infundada. Estas fronteras se traspasaron el pasado día 22 en la columna de Sergio Muñoz Riveros, al calificar la salud mental del Presidente de la República. Este tipo de actos vulnera la llamada “regla Goldwater”, establecida como declaración ética por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA), que señala la obligación de no especular con el estado mental ajeno si no se le ha evaluado personalmente. Esto afecta sobre todo a figuras públicas, a quienes es común atribuirles diversos trastornos o problemas clínicos de manera arbitraria.
Es exigible para quienes publicamos textos de opinión basarnos en datos verificados y ser respetuosos con las personas, aunque se critiquen sus actos. Las descalificaciones vertidas por el señor Muñoz son impropias y constituyen un grave precedente. ¿Es posible discrepar sin insultar? Creo que Muñoz debe reflexionar sobre esta pregunta antes de volver a compartirnos sus reflexiones.
Álvaro Ramis
Rector U. Academia de Humanismo Cristiano