Lo dulce y lo agraz



Por Rolf Lüders, economista

Esta es mi primera columna después del reciente balotaje y al mismo tiempo la última de este 2021. Es pues tiempo de balances y es eso lo que haré.

Partiendo con lo positivo, y en primer lugar, cabe destacar el manejo que el gobierno ha hecho del proceso de vacunación contra el Covid-19, que lo coloca entre los países líderes en la materia. Desde el punto de vista económico, tal manejo ha facilitado decididamente la normalización de las actividades.

En segundo lugar, hay que señalar que el crecimiento experimentado este año es, igualmente, de los mayores del mundo. El aumento del PIB posiblemente supere al 11 por ciento, con lo que excederemos el nivel de tendencia pertinente. Simultáneamente, se recuperarán más de las tres cuartas partes de los empleos perdidos desde el estallido. Estos resultados serán posibles gracias a un espectacular aumento del consumo, generado en parte por los diversos, generosos e insostenibles bonos otorgados por el gobierno. Pero también por la liquidez producida por los retiros de los fondos de pensión, con el correspondiente efecto empobrecedor.

Y en tercer lugar, y la guinda de la torta, una serie de elecciones nacionales, impecables en lo formal, confirmaron el carácter republicano del país y pusieron a una nueva generación al mando del gobierno. No obstante, los resultados de estas elecciones han sumido a Chile en un clima de profunda incertidumbre, muy pernicioso para su desarrollo.

Tal incertidumbre tiene su principal causa en una Convención Constitucional dominada por aquellos que postulan un nuevo modelo de desarrollo basado en la acción discrecional del Estado y están en el proceso de plasmarlo en la nueva Constitución, y un presidente electo que -a pesar de su carácter reconocidamente republicano y de haber declarado en repetidas ocasiones que gobernará en base a un programa de cambio moderado para todas y todos los chilenos- proviene de los mismos sectores radicales que dominan en la Convención. Esta incertidumbre solo se irá disipando a medida que se conozcan los partidos y personajes que conformarán el gobierno, las primeras acciones del mismo y que éste acorte la enorme brecha existente entre la realidad y las expectativas existentes.

A los que nos gusta la historia y conocemos la literatura correspondiente, sabemos que un modelo socio-económico basado en principios similares a los propuestos por la candidatura de Gabriel Boric imperó en Chile en una buena parte del siglo XX y nos llevó al fracaso económico-social y político. No hay duda que nuestra institucionalidad no es perfecta y que en algunos casos incluso requiere de cambios profundos y en otros de perfeccionamientos, pero me temo que “si no aprendemos de la historia estaremos condenados a repetirla” por culpa de los que no la estudian.