Lo principal, la coherencia
Aun cuando para el manejo y tratamiento de una crisis no hay fórmulas mágicas, ni soluciones unívocas, existen criterios básicos que siempre es preciso implementar y resguardar. Las contingencias críticas requieren de una sola autoridad con credibilidad y prestigio, que las señales públicas -dentro y fuera de una institución- sean precisas y claras, y que exista plena coherencia entre lo que se dice y las acciones que acompañan dichas alocuciones.
Recordemos que antes de este Covid-19, nos encontrábamos en medio del probablemente más complejo y radical estallido social de nuestra historia. También, que el Presidente tenía la peor calificación ciudadana desde que existen las encuestas de opinión pública y que su credibilidad, así como la del gobierno, del Parlamento y de todas las instituciones públicas venía siendo mínima por la crisis de confianza de los últimos años.
Era previsible entonces, que frente a un adversario tan feroz y letal como el que enfrentamos ahora fuera difícil la partida, la aceptación social de medidas y protocolos y, más aun, que la ciudadanía depositara confianzas en la autoridad gubernamental, que está llamada a erigirse como el ente conductor en esta cruzada de alcance nacional.
Por ello, es comprensible que, una vez más, los alcaldes se transformaran en factor de crítica y de impulso de medidas más radicales para enfrentar al virus. También, que el Colegio Médico asumiera un discurso y una postura que demandaba mayor transparencia en los datos y más radicalidad en las medidas. En tanto, los medios de comunicación -en desarrollo de su propio rol- generaron los espacios para que ambas posturas se expresaran equilibradamente en matinales, noticieros y despachos en vivo.
El resultado: una autoridad en entredicho, señales confusas y contradictorias y absoluta falta de concordancia entre lo que se dice y lo que ocurre, como fueron los atochamientos en vacunatorios y en el Metro.
Sería conveniente que el gobierno asumiera de una vez por todas que las soluciones “de todos”, la “transparencia” y la amplia “participación”, solo tienen sentido cuando se practican como acción de gobierno. Después de varias semanas que se venía trabajando en esto, se comprobó que teniendo a todos los actores en la mesa se trabaja mejor, que es posible recoger y aceptar sugerencias de quienes de verdad saben lo que pasa con la gente y que, así, el discurso y las medidas pueden ser mejor aceptadas y entendidas.
Ojalá esta experiencia sea debidamente asimilada por la autoridad para evaluar mejor las consecuencias de cada decisión. Solo así se pueden evitar nuevos riesgos de contagio masivo y poner fin a esa práctica, ya extendida, de buscar un buen tiro de cámara para marcar más conocimiento en la próxima encuesta. La situación de la seremi de Salud de La Araucanía o la de la Región Metropolitana deberían bastar como experiencia. Especialmente porque, al igual que el estallido social, sabemos cuando nos llegó esta pandemia pero no cuando la vamos a sacar de nuestras fronteras.
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