Lobo con piel de oveja
Por Álvaro Pezoa, ingeniero Comercial y doctor en Filosofía
Desde el 19 de diciembre han abundado los análisis sobre el resultado de la elección presidencial, el reacomodo de las fuerzas políticas y el perfil del candidato electo. Respecto a este último, ha predominado una visión optimista -y esperanzada- por la moderación que estaría mostrando Boric en sus declaraciones y conductas a contar de esa noche. Él habría tenido -se dice- un discurso ultraizquierdista en primera vuelta para pasar al balotaje y otro cuasi “socialdemócrata” para ganar la segunda y -aquí radicaría la ilusión generalizada- también para gobernar. Con todo, no han faltado plumas reputadas en la opinión pública advirtiendo la ingenuidad que implicaría pensar que el presidente electo haya cambiado súbitamente las posiciones radicales que han caracterizado su vida política.
¿Se ha obrado verdaderamente tal transformación de fondo? ¿O, mínimamente, el realismo político estará forzando un temprano e inesperado giro en la línea conductora que animará al futuro gobierno? ¿O, por el contrario, Boric está utilizando una hábil táctica de preparación y arribo a la cabeza del Poder Ejecutivo que le permita generar confianzas, mitigar temores y reducir incertidumbres hasta que llegue su hora?, esto es, ¿podría estar resultando ser una suerte de “lobo con piel de oveja”? Una consideración atenida a los hechos parece indicar que más temprano que tarde el futuro presidente deberá escoger entre ambas posibilidades: una de izquierda moderada u otra de izquierda dura. Existen poderosas razones para pensar que, finalmente, primará una vía del segundo tipo. ¿Por qué? Primero, por la propia trayectoria del candidato triunfador. Esta ha sido de posturas bastante extremas en la palabra y la acción (simpatías con la violencia incluidas). Detractor de la política de los 30 últimos años, de las administraciones de la Concertación y del modelo económico imperante. Segundo, porque precisamente lo ha motivado siempre el desmantelamiento del ethos político-económico “neoliberal”, herencia del régimen militar, que a su parecer imperaría hasta ahora en el país. Tercero, ya que consecuentemente aspira a instalar “otro modelo” de carácter socialista y estatista. De hecho, durante la reciente campaña electoral ha señalado en más de una ocasión a Salvador Allende como inspiración. Cuarto, puesto que debe cumplir las expectativas de sus adherentes y socios. Apruebo Dignidad tiene como principal partido al dogmático PC que, a través de sus líderes, se ha encargado de manifestar claramente su condición de “garante” del programa. Hay más, pero con lo señalado basta y sobra.
La dificultad que está teniendo Boric para encontrar un ministro de Hacienda serio y preparado es señal evidente de que hay un abismo entre su pretendida moderación y los verdaderos vientos que soplan tras su recorrido personal, su programa y su coalición.
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