López Obrador y un México nuevo

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Andrés Manuel López Obrador celebra su triunfo en las elecciones, en Ciudad de México.


México y Estados Unidos llegaron a un nuevo acuerdo de libre comercio y la noticia completó los aires de optimismo que se sienten en el país azteca desde la elección de Andrés Manuel López Obrador como nuevo Presidente. Las negociaciones las llevó adelante el equipo del actual mandatario, Enrique Peña Nieto, pero los pasos dados se hicieron en estrecha consulta con el futuro gobernante.

Las razones para el optimismo son varias, pero una es muy concreta. López Obrador -o AMLO, el acrónimo con el cual lo menciona la prensa mexicana- será el primer Presidente desde que se comenzaran a celebrar elecciones libres con Fox, Calderón y Peña Nieto, que tendrá mayoría absoluta en el Congreso. Y, por cierto, es la primera vez desde que México comenzara esta nueva etapa política, que alguien de izquierda alcanza la Presidencia con un claro programa de cambio social. Eso no implica que la tarea será fácil. Los próximos seis años serán de múltiples ajustes en el orden mundial y México, inevitablemente, será actor en tales escenarios. Junto con Argentina y Brasil es uno de los tres países latinoamericanos miembros del G20, es parte de APEC, fundador de la Alianza del Pacífico y desde hace casi 25 años miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Pero, por sobre todo, México es el vecino fronterizo al sur de Estados Unidos.

Y estar allí, donde lo colocó la geografía y la historia, hace que esa relación con la potencia del norte sea siempre compleja. Dicen que a Trump le gusta tener al frente Presidentes que mandan, que son fuertes y sin duda AMLO lo será. Pero los problemas en migraciones, drogas, en comercio, en el muro están allí. Todos ellos son difíciles y siempre contaminados de emocionalidad política. Y esa atmósfera emocional tampoco estuvo ausente mientras se buscaba avanzar en las negociaciones por un nuevo tratado.

Desde Washington Trump dijo en todo momento que su propósito era terminar con el NAFTA (la sigla en inglés del Tratado de Libre Comercio de América del Norte), que incluye también a Canadá, porque era "el peor acuerdo comercial que haya existido jamás". Ahora el NAFTA queda atrás. En lo inmediato el reto es llegar a un tratado trilateral empleando los avances logrados por México. Para el país azteca resulta esencial que Canadá sea parte de este acuerdo (el propio AMLO lo marcó con vehemencia tras el anuncio) ya que la presencia conjunta de los dos países fronterizos, del norte y el sur, les refuerza mutuamente ante la Casa Blanca. Canadá, a su vez, se propuso buscar esa fórmula, porque consolida mejor sus intereses. ¿Se lograría aquello con Trump? Era la pregunta de estos días.

Los negociadores mexicanos tuvieron éxito en dos áreas: primero, lograron que sus productos agrícolas entren todo el año, no sólo estacionalmente como quería Trump. Lo segundo, importante para México, era que no hubiera cláusulas de término del acuerdo como quería Estados Unidos, con término a los 5 años. Quedó claro que el acuerdo dura 16 años. Podrá ser revisado cada 6 años, pero cuando ello ocurra será posible extenderlo por otros 16. En suma, hay una normativa de largo plazo la cual da tranquilidad y estabilidad a los inversionistas.

Estados Unidos se centró en tener nuevas reglas para la industria automotriz. Trump quedó satisfecho que ahora el 75% del contenido de los automóviles sea fabricado en la región del acuerdo, por encima del 62,5% actual. También se exigirá que entre el 40% y el 45% de los vehículos sea hecho por trabajadores que ganen al menos US$ 16 por hora, siguiendo normativas de la OIT.

López Obrador tiene, con consecuencia, un tema resuelto con Estados Unidos. Pero es sólo eso, uno de los temas claves. Su actitud deberá ser firme, como siente que lo fue Lázaro Cárdenas cuando nacionalizó el petróleo en 1938. En realidad, el futuro Presidente se considera auténtico sucesor de Lázaro Cárdenas y no es tema menor que el nieto de aquel mítico mandatario vaya a ser su jefe de gabinete. Hay en la mente de AMLO una visión histórica para enfrentar el mañana: viene de los 100 años del inicio de la Revolución Mexicana, de la siembra del general Cárdenas y el nacionalismo fuerte que él entregó al país, para ingresar ahora a una nueva etapa con la llegada del MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional) a gobernar el país.

Frente a los desafíos que le esperan, creo que López Obrador debe tener también un pie firme en América Latina, interpretar a la región en sus sentimientos y esperanzas porque ello lo hará fuerte no sólo en su país, sino también en sus relaciones con Estados Unidos y en las certezas que pueda colocar en un orden internacional impregnado de incertidumbres. Hay un nuevo emprendimiento y un nuevo amanecer en México. López Obrador tiene al frente un gran desafío, pero también una gran oportunidad. La fuerza le viene de un país con multiculturalidad profunda, con acceso al Pacífico y al Atlántico por el Caribe, con el peso de una economía mayor en el continente y, especialmente, por ese pueblo de los postergados que ha colocado en él todas sus esperanzas.

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