Por John Pitney, Profesor de Política estadounidense Claremont McKenna College.

La guerra comercial de Trump tiene dos posibles finales. Uno sería feliz; el otro podría ser terrible. El final feliz sería el siguiente: China y otras naciones hacen pequeñas concesiones. A cambio, Trump elimina todos los aranceles que impuso recientemente. Todos declaran victoria y la economía global vuelve a la normalidad.

Ese final sería coherente con la personalidad de Trump. En los negocios, la política e incluso el golf, a menudo ha fingido haber ganado contiendas que en realidad perdió.

Este final lo beneficiaría políticamente. Sus fieles seguidores creen todo lo que dice, y podría convencerlos fácilmente de que una retirada es un triunfo. Otros estadounidenses desestimarían su afirmación de victoria, pero se alegrarían de ver el fin de la guerra comercial.

El final feliz tiene que llegar pronto. Cuanto más espere Trump, más daño le causará a la economía. Llegará un momento en que las pérdidas serán difíciles de revertir.

Si Trump continúa la guerra comercial, los estadounidenses sufrirán. Sigue sugiriendo que otros países paguen sus aranceles. En realidad, los importadores estadounidenses los pagan y trasladan el costo a los consumidores estadounidenses. El resultado de una guerra comercial prolongada será inflación. Peor aún, los economistas predicen que conducirá a una recesión.

En épocas de crisis económica, el partido en el poder siempre pierde terreno. Si las elecciones al Congreso de 2026 se celebran durante una recesión, el Partido Republicano de Trump seguramente perderá su estrecha mayoría en la Cámara de Representantes y podría perder el control del Senado. Los demócratas usarán su nuevo poder para frustrar las políticas de Trump e investigar su administración. Su Presidencia terminará en fracaso y humillación.

Si Trump es tan inteligente como dice ser, elegirá el final feliz. Pero, citando una de sus frases favoritas, ya veremos qué pasa.