Los cambios
Por Rolf Lüders, economista
Los amplios triunfos de Gabriel Boric y Sebastián Sichel en las primarias recién pasadas se han interpretado generalmente como la victoria del centro político y una derrota del comunismo y de los partidos tradicionales. Reflejan también un electorado que quiere cambios importantes en materia económico-social, porque se siente inseguro y en cierto modo desilusionado. Tampoco desea perder su nivel de vida y la libertad de elección alcanzada. Es más, el tema económico duro -crecimiento, inflación, etc.- pareciera estar relegado a un segundo plano, quizás porque una mayoría cree que ya ha sido resuelto. Craso error.
Los objetivos sociales actuales más que ideológicos, parecen estar relacionados con ciertos temas bien concretos. Se trata de asuntos tales como la seguridad social y personal, el medio ambiente, el problema indígena, la inclusión, los llamados abusos, la calidad de la salud, etc. Al tratarlos pareciera no haber una mayor preocupación por sus efectos sobre la economía o por la posible imposibilidad de financiarlos sin destruir a la misma. Si en el pasado, por ejemplo, se consideraba que el goce de una buena pensión o de una buena salud eran en gran parte el fruto del esfuerzo individual, ahora para muchos estos son derechos que el Estado debe garantizar.
Es muy probable que ha contribuido a este ambiente el -hasta recientemente- éxito de la economía chilena. Como lo han hecho muy pocas economías del mundo, esta performance ha permitido mantener en Chile, en estos años de pandemia, altos niveles de gasto. Beatriz Sánchez decía que en el país plata hay y, para muchos, la reciente experiencia lo pareciera confirmar.
Pero se equivocan. Varios de los temas que -justificadamente- preocupan a la ciudadanía, requieren de cuantiosos recursos adicionales para resolverlos. Entre ellos se encuentran los de la seguridad social, la erradicación de los campamentos, la mejora de la calidad de la educación, la nivelación de los servicios municipales y la seguridad personal. Además, si no deseamos rebajar significativamente nuestro estándar de vida en los próximos lustros, debemos recuperar los cuantiosos ahorros gastados en estos últimos dos años.
El desafío es entonces mayúsculo y consiste en evitar el síndrome de los países de ingresos medios y al mismo tiempo compatibilizar los importantes cambios que se desean hacer, con la libertad de escoger y con una alta tasa de crecimiento económico que los haga posibles en un plazo razonable. Para ello debemos crear un ambiente favorable al emprendimiento, a la inversión y al cambio tecnológico. Por el momento tal atmósfera no existe, ni será fácil generarla, a pesar de que tengo la impresión de que los candidatos presidenciales antes citados y sus equipos económicos, tienen clara conciencia de ello.
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