Los desafíos del 5 de septiembre

Polling station ahead of a constitutional referendum in Santiago


Por Daniel Chernilo, director del Doctorado en procesos e instituciones políticas, Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez

A pesar de que mañana hay solo dos opciones en la papeleta, lo único que está claro a menos de 24 horas del plebiscito es que los desafíos del país no se resuelven por “aprobar” o “rechazar”. En ambos casos, a esta nueva ruta constitucional le quedan aún muchos kilómetros por pavimentar.

Si las encuestas que desde hace meses vienen dando un resultado holgado para el Rechazo tienen razón, el escenario es muy incierto. Los incentivos para iniciar un nuevo proceso constitucional entre quienes han impulsado esa opción habrán desaparecido como por arte de magia y el poder de veto quedará, nuevamente, en los sectores que se han opuesto sistemáticamente a dejar atrás una Constitución que surgió en dictadura. La ciudadanía estaría en su derecho en ver confirmada su ya desgastada confianza en “la clase política” y el gobierno quedaría expuesto al síndrome de “pato cojo” a 6 meses de haber asumido. Obligado a interpretar la derrota en el plebiscito como propia, su conducción política se quedaría sin rumbo claro, su agenda legislativa en el limbo y el precio que los partidos de su coalición le cobrarán por su apoyo habrá subido aún más que el IPC de los últimos 12 meses. En ese escenario, además, se viene una larguísima travesía en el desierto para comprender cómo, un proceso que comenzó con un 80% de aprobación y fue conducido por el cuerpo colegiado más representativo de la historia del país, terminó con representantes tan desprestigiados y un texto que generó tanta desconfianza.

Es por eso que creo que el mejor resultado para el país es un triunfo claro, pero no abrumador, del Apruebo. Ello entrega un itinerario institucional predecible para lo que viene, ofrece estabilidad a todos los actores y refuerza el mandato del gobierno en los dos proyectos más importantes -la reforma tributaria y de pensiones- que apuntan al corazón de las demandas sociales de octubre de 2019. Sobre todo, un triunfo moderado no tendría un único dueño y pondría incentivos reales a sus dos coaliciones para realizar con celeridad las reformas a las que se comprometieron al nuevo texto.

Pero el peor resultado para el país es uno que no está en la papeleta: la idea irresponsable que algunos han venido insinuando desde hace algún tiempo, y con mayor fuerza en los últimos días, de amenazar con desconocer el resultado del plebiscito. Desde la madrugada del 5 de octubre 1988, cuando hasta la dictadura debió reconocer el triunfo del No la noche misma del plebiscito, la transparencia de la historia electoral reciente del país ha sido impecable. El Servel juega un rol clave en ello, pero es la responsabilidad colectiva de vocales, apoderados, partidos y agrupaciones de todo tipo la que nos permite irnos a dormir tranquilos, al finalizar cada elección, sabiendo que la voluntad de la mayoría ha sido respetada. Sería una verdadera tragedia que un proceso que se inició con tanta esperanza dejase como legado el éxito de una estrategia “Trump” para intentar desconocer resultados.

Esperemos, entonces, que todos contribuyamos a que en la mañana del lunes 5 podamos hablar sobre el futuro, gane una opción u otra, en vez de pasarnos semanas entrampados en lo que (no) sucedió el día anterior.

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