Los estándares de la justicia
SEÑOR DIRECTOR:
Las instituciones han reaccionado con rapidez ante las presuntas irregularidades en la conducta de algunos magistrados de la Corte Suprema. Sin embargo, la remoción inmediata está lejos de poner fin a la crisis.
Han surgido tantas situaciones anómalas en distintos ámbitos que es difícil no percibir una crisis moral profunda que afecta a todo el sistema de justicia, incluyendo a instituciones que tradicionalmente se habían considerado relativamente inmunes a la corrupción.
Aunque resulta complejo diagnosticar las causas de un problema tan profundo y generalizado, es necesario hacerlo si deseamos ir más allá de la sanción y abordar las raíces de la crisis.
Para esto, no es inútil recordar las enseñanzas de Aristóteles, quien hace más de dos mil años mostró que las acciones reflejan algo más profundo: un ethos, una forma de ser que se manifiesta en la manera de pensar, de alegrarse y de dolerse de la manera correcta.
MacIntyre, un filósofo moral que sigue la línea de Aristóteles, habla de “estándares de excelencia”: aquellos cánones que definen una actividad bien realizada y que inspiran a quienes se inician en ella a desarrollar ciertas formas de ser, pensar y actuar.
Entonces, ¿cuáles son los estándares de excelencia en la abogacía y en la magistratura? Urge reflexionar sobre qué constituye a un buen abogado y a un buen juez. ¿Qué es lo que prestigia a la profesión? ¿Qué hace que valga la pena defenderla?
En definitiva, la virtud sólo se transmite en un entorno que la fomente. Es fundamental recuperar valores atemporales como la rectitud, el sentido del deber, la transparencia, la ecuanimidad y el respeto, y transmitirlos de manera concreta y atractiva a las nuevas generaciones para que se identifiquen con un modelo íntegro de la profesión.
Sebastián Kaufmann
Abogado y académico U.Central
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