Los “otros empresarios”

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"Me duele cuando, sin más, se alude a aquello de “patrones de fundo”: rentista, clasista, tramposo... quienes así hablan, no conocen a quienes a diario producen con los riesgos de la naturaleza, de la tecnología, de los mercados externos y del tipo de cambio".



Es un orgullo para Chile que se vaya instalando la cultura del emprendimiento y dejando atrás la cultura del burócrata público o privado. Mayor aún es el orgullo cuando se ve el éxito comprobado de muchos de ellos, o la expectativa casi cierta de su éxito cercano.

Y también debemos enorgullecernos de los empresarios chilenos que alcanzaron fama y fortuna antes que ellos.

Todos -o casi todos- ellos se formaron de la nada. Gran parte de ellos son inmigrantes que dejaron sus tierras ancestrales, para buscar paz, certidumbre y una nueva patria para sus familias.

Hace 175 años arribó a Corral el vapor Catalina. Traía a los precursores de nuestros primeros colonos alemanes, organizados por los hermanos Philippi y otros. Llegaron 9 hombres, 8 mujeres y 23 niños. Cuatro murieron en la travesía. Luego los siguieron muchos más. En 1890 empiezan a llegar inmigrantes palestinos: el imperio Otomano obligaba a los palestinos cristianos a ir de “carne de cañón” a las guerras balcánicas. Llegaron a Buenos Aires y de ahí en mula a Chile. Hoy su descendencia cuenta con más de 600.000 chilenos. Todos estos emprendedores partieron de cero. Terminadas las guerras mundiales llegaron españoles, alemanes, croatas e italianos. Anacleto Angelini llegó sin un peso, los Paulmann, lo mismo. Y Luksic, Said y tantos otros. La UP, la crisis 82-85 hicieron desaparecer todas las fortunas de Chile en forma tan dramática, que las empresas y fortunas que hoy vemos son todas nuevas; y las heredadas son verdaderas excepciones. Pasaron por incertidumbres incomparables a las de ahora: expropiaciones del 65 al 73, patrimonios borrados por deudas en USD el 82. La crisis asiática de mediados de los 90′s, y para qué seguir contando. Todo esto sin celulares ni internet. Y sin abundancia de técnicos y de profesionales universitarios. Ni créditos a largo plazo o mercados accionarios potentes. No solo le ganaron a la adversidad: crecieron en el mundo. Perú, la Argentina, México y Colombia. Sufrieron por esos lares discriminaciones y malas prácticas. Pero no se desanimaron.

Obviamente que en empresas en que la mayoría de sus trabajadores no eran ni técnicos ni profesionales, fue más complicado hacer relaciones” horizontales”, a diferencia de como ocurre con los estudios de abogados o de auditores. O con las nuevas “tech”. Era una realidad distinta , que ahora va cambiando inexorablemente, con la robotización y profesionalización de las empresas. Considerarlos “toscos, distantes, poco empáticos” y “seguros en sus posiciones estratégicas” es de una audacia infundada. Siendo tosco, poco empático o híper seguro no se llega a ser un líder empresarial en Chile y/o el mundo: miren a nuestro retail, a nuestros salmoneros y nuestros exportadores de fruta. Tampoco son cómodos o desconocedores de las necesidades de sus clientes. Si no, ¿cómo llegaron donde llegaron?.

En especial me duele cuando, sin más, se alude a aquello de “patrones de fundo”: rentista, clasista, tramposo... quienes así hablan, no conocen a quienes a diario producen con los riesgos de la naturaleza, de la tecnología, de los mercados externos y del tipo de cambio. Son -los patrones de fundo- en general pymes o mipymes, y por su tamaño y tipo de mercados, no se coluden ni tienen los recursos para financiar políticos. La caricatura, armada para justificar la reforma agraria por la izquierda en los años 60′s, ha penetrado hasta en algunos nuevos emprendedores, que no conocieron la realidad de manejar una empresa con mecanización mínima, y una fuerza laboral con un analfabetismo cercano al 60% en el mejor de los casos. Bajo esa realidad, “la horizontalidad” era imposible, y la verticalidad del mando, una necesidad absoluta. Es importante conocer la historia, porque algún día, no tan lejano, las actuales empresas “tech” también serán juzgadas, no en su actual contexto, sino en el del 2060. Y la comparación será también -muy probablemente- injusta.

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