Los últimos 200 metros
Por Jorge Burgos, abogado
En el mundo de la hípica se suele repetir que las carreras se definen en los últimos doscientos metros de la tierra derecha. Me tomo la libertad de ocupar esta sentencia hípica para significar que no hay exageración cuando se sostiene que la carrera presidencial está abierta como sinónimo de disputada.
En 2017, era probable el triunfo de Sebastián Piñera, y en 2013, nadie dudaba del de Michelle Bachelet. Esta vez, no hay un postulante con ventaja suficiente como para percibirlo ganador seguro. Las encuestas de los últimos meses son un dato muy relativo al respecto, porque no es posible tener una idea cabal sobre las preferencias antes de que las candidaturas estén formalmente instaladas. Hasta hace poco, parecía que la diputada Pamela Jiles estaba disputando la Presidencia, pero su figura ha empezado a declinar, lo que indica el componente de volatilidad en las opciones de los encuestados. Influyen muchos factores, pero una conclusión provisoria es que la noción de “lealtad” con un partido o corriente parece menos gravitante que hace 10 o 15 años.
Las encuestas no registraron la irrupción de las candidaturas de independientes a la Convención, y mucho menos de una corriente radicalizada como la Lista del Pueblo, pero además no fueron capaces de anticipar la marcada diferencia que hubo entre la votación de partidos para convencionales y para concejales. Parece evidente que, en determinadas circunstancias, los electores no temen cruzar a la vereda del frente si con ello creen que pueden asegurar ciertas cosas o evitar otras. La denominada segunda opción probablemente se hará visible en la segunda vuelta de la elección de gobernadores, y desde luego en la elección presidencial.
Está a la vista el crecimiento de una fuerte corriente antipartidos, dentro de la cual la tendencia más organizada es la izquierda antisistema, pero es prematuro el diagnóstico que tiende a declarar que ya está en desarrollo la crisis terminal del sistema de partidos o, más allá incluso, la llegada de una generación que cambiará casi todo. Hay allí un impulso por conectar con ese mundo heterogéneo que irrumpió y que algunos tienden a describir como portador de las luces que el país no tiene. Tendrá que decantarse todo eso. Desde luego, es mejor no dar por muertos a los partidos antes de tiempo. La mayoría de ellos son antiguos, centenarios incluso, y han resistido muchas pruebas. En este cuadro llama la atención el caso del PPD, cuyos dirigentes, con premura opinable, ya han decidido ponerle fin, y crear otra cosa. Como sea, el mapa de fuerzas de la Convención no debería ser visto como una radiografía definitiva. Es obvio que la DC es bastante más que dos convencionales de 138.
El PC y el Frente Amplio se apuraron en presentar un proyecto para mantener en la elección parlamentaria las ventajosas condiciones con las que se inscribieron las listas de independientes para la Convención. Pero eso equivale a pedir a los partidos que están en el Congreso que acepten inmolarse. No se sostiene el criterio de que los partidos tengan que cumplir un conjunto de requisitos legales para participar en la vida política, mientras otros grupos, que buscan hacer lo mismo, pretendan tener un trato privilegiado… y para defenestrar a los partidos.
Como nunca nada está escrito, prudencia a los analistas certeros, que vienen saliendo de indudables desaciertos, es probable tengamos llegada estrecha y en una de esas, fallo fotográfico.
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