Columna de Nicolás Eyzaguirre: “Los umbrales no bastan”

Johannes Kaiser el más hablador, Joaquín Lavín con menos intervenciones en sala y Carmen Hertz la más ausente: el ranking de la Cámara de Diputados


He argumentado antes en estas líneas que la calidad y buen funcionamiento de la democracia es un determinante clave de la prosperidad de los pueblos. Hay abundante evidencia que apunta en ese sentido. Por ello, la importancia de lo que discute en estos días en la comisión experta es crucial, incluso desde una perspectiva puramente económica.

Hoy es consenso que nuestro sistema político electoral se ha vuelto disfuncional. Su polarización, fragmentación -incluso al interior de las bancadas parlamentarias- e incapacidad de acordar, a fin de resolver los problemas que la ciudadanía padece, se ha hecho crítica.

Reconociéndome partidario de cambiar el régimen presidencial, pareciera que este continuará. ¿Qué reglas debemos establecerle entonces para que funcione mejor? Es positivo el acuerdo sobre umbrales para elegir representantes, pues disminuiría significativamente el número de partidos con representación, lo que potenciaría el logro de acuerdos.

Pero no basta; no evita la dispersión al interior de las bancadas, para comenzar. No hay mejor antídoto para conjurar la indisciplina que el que actúa sobre la probabilidad de reelección. Un sistema electoral mixto, que combine distritos uninominales con voto por listas cerradas, o puro en alguna de esas dos dimensiones, es la fórmula usada en virtualmente todas las naciones desarrolladas. En dichos sistemas el control vuelve al partido que listó a los representantes y la conducta díscola está, por así decirlo, amenazada de muerte. Si es mixto, la ciudadanía retiene la facultad de votar por un representante, lo que varios estiman estaría en nuestra cultura. Fórmulas como la pérdida de escaños u órdenes de partido no aseguran, por sí mismas, la necesaria disciplina.

Pero aún con pocas y disciplinadas bancadas, el sistema político puede continuar trabado. Esto, porque el presidente difícilmente tendrá mayoría parlamentaria y deberá acordar, con cada cámara por separado, las medidas claves del programa por el que fue electo. Es lo que llamamos un presidencialismo minoritario que, como hemos visto, a corto andar queda trabado, aumentando la desconfianza ciudadana en la democracia.

Se ha propuesto elegir el congreso en la segunda vuelta presidencial, lo que potenciaría la representación parlamentaria de quién resulte electo. Tengo dudas con esta fórmula. En vez de fomentar los acuerdos a través del arco político, subsidia a aquellas bancadas que tengan un candidato en segunda vuelta. A su vez, es vulnerable a que popularidades coyunturales se hagan del control de la Cámara Baja.

Se dirá que el Senado será el contrapeso. Cierto, un régimen presidencial es mejor controlado por un parlamento bicameral, pero en este esquema la posibilidad de tensiones entre ambas cámaras en lugar de resolverse aumenta y con ello el que vuelva la parálisis (por su mayor duración el Senado es menos dependiente de humores coyunturales).

Prefiero conservar la elección parlamentaria en primera vuelta, pero establecer la figura de un ministro político coordinador, quien deberá negociar con la mayoría de la Cámara Baja un programa de gobierno (lo que pudiera ocurrir más de una vez durante el mandato del presidente). Este ministro sería de exclusiva confianza del presidente, pero la mayoría de la Cámara Baja podría solicitar al mandatario su destitución. Esta solicitud no obliga, pero constituye un hecho político mayor que le confiere peso a la mayoría parlamentaria. El espíritu de esta propuesta es consensuar, en lugar de “arrastrar” con la victoria de la primera vuelta.

Un punto final. Como el acuerdo programático se hace en la Cámara Baja, podría pensarse en reordenar el trámite parlamentario, debiendo el Ejecutivo iniciar sus leyes únicamente por allí, donde presumiblemente ha construido mayoría. El Senado - conservando sus poderes actuales en nombramientos clave (Corte Suprema, Banco Central, etc.)- actuaría en estos casos como cámara revisora, conociendo todos los proyectos iniciados por el Ejecutivo. Como ahora, debiera poder enmendarlos, generándose una comisión mixta sobre lo que no hubiere acuerdo con la Cámara Baja. Lo que se acuerde en la mixta, posiblemente con un mayor quórum que el actual, pudiere ser incorporado directamente, ahorrándonos la ratificación final y haciendo más expedita la formación de la ley.

La propuesta le da un mayor rol al parlamento. Pero busca lograr acuerdos amplios, en lugar de fortalecer la fuerza presidencial, como vía para avanzar.

- El autor es exministro de Hacienda