Luces y sombras

Los saqueos y el vandalismo generaron un mayor riesgo local que propició la salida de inversionistas y, por ende, repercutió en un estancamiento de las emisiones.


Luego de un 2020 para el olvido, el aire que se respira en estas semanas en el ámbito de la economía es casi primaveral. Tras un largo invierno económico, que se sintetiza en una caída en el PIB de 6% y en más de 1,3 millones de puestos de trabajo perdidos, las proyecciones de crecimiento para 2021 están siendo ajustadas en su mayoría al alza, habiendo algunas que ya superan el 6%. Dos son los factores principales que explican este nuevo escenario. El primero se refiere al exitoso proceso de vacunación que está implementando el Gobierno, y que tiene a Chile entre los países que están en la vanguardia mundial en la materia. La implicancia económica que ello tiene es evidente: mientras mayor sea el porcentaje de la población que es vacunado, mayor espacio hay para normalizar las actividades productivas. El segundo factor que alimenta este ambiente de mayor optimismo es la evolución del precio del cobre. Los niveles que está alcanzando la cotización del metal rojo no solo se van a traducir en una importante inyección de recursos adicionales al fisco -los cuales le van a permitir empezar a recomponer su balance- sino que, en el fondo, da cuenta, más allá de factores especulativos de corto plazo, de una más robusta recuperación de la actividad económica en el mundo, lo cual beneficiará no solo a la industria minera sino que a la actividad exportadora del país en general.

Lo anterior son las luces, que alumbran condiciones favorables para la recuperación. Pero hay también trazos de oscuridad que amenazan el horizonte. Las principales sombras en este sentido provienen del recrudecimiento de la violencia. Lo que está ocurriendo en la zona sur del país es una muestra elocuente de lo que se obtiene cuando no se le pone atajo a los grupos violentistas. Pero el problema trasciende a La Araucanía: basta con ver lo que ocurre todos los viernes en los alrededores de la Plaza Baquedano para darse cuenta de que el descontrol de la violencia afecta seriamente el estado de derecho, y como consecuencia natural, el cuasi-normal funcionamiento de las actividades productivas, “cuasi” porque todavía hay muchas restricciones a causa de la pandemia. No se debe olvidar que los efectos de la violencia ya se experimentaron el 18/O y en las semanas siguientes, lo cual generó una fuerte contracción en los niveles de actividad.

A todo lo anterior habría que agregar la incertidumbre propia de un año no solo cargado en lo electoral, sino uno en el que se va a redactar una nueva Constitución. Es mucho lo que está en juego, y el riesgo de que se impongan opciones populistas está más presente que nunca, sobre todo en un contexto en que los mayores ingresos fiscales producto del mayor precio del cobre van a ser una tentación para muchos, como ya se está observando. Hoy más que nunca se hace necesario que el Gobierno continúe liderando el trabajo para fortalecer los pilares que fundamentan el camino hacia el desarrollo integral. Como lo muestra la experiencia, en esta ruta no hay atajos.

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