Menos contingencia y más soluciones de fondo
Por Carlos Cruz, director ejecutivo del Consejo de Políticas de Infraestructura (CPI)
Pasada las festividades del 18 de septiembre vuelve esa percepción acerca de nuestra limitada capacidad de mirar el largo plazo en lo que a infraestructura se refiere. Tenemos grandes oportunidades que se nos diluyen en la contingencia.
Tal como en otras ocasiones, las autoridades han demostrado su absoluta dedicación a resolver los problemas de corto plazo que genera una infraestructura insuficiente para absorber las demandas puntuales por mayor movilidad que se generan durante los fines de semana largos. Nos enteramos de llamados a la prudencia y a la responsabilidad compartida para evitar accidentes fatales; la importancia de aprovechar los “peaje a luca”; la restricción al desplazamiento de camiones por nuestras principales carreteras durante este período, entre otras. Entre estas medidas se nos anunció que se estrenó el peaje “free flow” en algunas carreteras (Talca Chillán, Túnel El Melón y otros accesos a Santiago) con el propósito de hacer más expedito el uso de estas.
Todo eso está muy bien, pero nos gustaría contar con el mismo entusiasmo en la propuesta de soluciones estructurales de mayor relevancia, que den cuenta no solo de los problemas coyunturales que enfrenta la movilidad en Chile, sino que se haga cargo de los enormes desafíos que tenemos como país que aspira en algún momento al desarrollo, con un modelo nuevo, con énfasis en la sustentabilidad y en la calidad de vida de las personas.
Chile no tolera más “zonas de sacrificio”; exportaciones sin encadenamientos tecnológicos y sin mayor valor agregado; ciudades segmentadas y soluciones de viviendas sociales desconectadas del resto de las ciudades; transporte contaminante cuando contamos con un potencial energético limpio de gran envergadura; regiones completas afectadas por la escasez hídrica, teniendo una costa de miles de kilómetros que nos permitiría abastecer no solo las necesidades afectadas por el cambio climático, sino mucho más que eso, para la producción de alimentos para consumo interno y la exportación.
Es cierto que el “largo plazo” es una suma de cortos plazos, como alguien nos recuerda permanentemente. Sin embargo, cuando los pasos cortos no se orientan en una dirección permanente en el tiempo, puede darse que “lo andado se desande al corto andar”. Por ello, en el caso de la infraestructura, nos parece que contar con un Plan Nacional de Infraestructura que sirva de guía para las decisiones de corto plazo, es fundamental, dado los tiempos que toman los proyectos en madurar y el impacto que la infraestructura tiene en el condicionamiento del futuro. Una buena explicación de ese plan a la comunidad y su validación por parte de esta es una condición para que la disposición a la espera aumente.
En algún momento, no contar con infraestructura suficiente para satisfacer las expectativas puede ser bien recibida, siempre que esa espera tenga un horizonte claro de resolverse en forma definitiva. La incertidumbre frente a una solución es lo que transforma la carencia en un juicio de ineficacia hacia las autoridades.