Menos impuestos, menos parlamentarios, menos ministerios
Estos últimos días ha estado en revisión nuestro sistema tributario, principalmente por la reforma que ha presentado el gobierno del presidente Sebastián Piñera. El hito principal y la esencia de esta iniciativa consiste en la integración en el pago de los impuestos, sin duda un avance importante para quienes deciden emprender en nuestro país.
Este debate propicia una oportunidad que es importante, especialmente para los países que están camino al desarrollo, a saber: el cuestionamiento permanente de la funcionalidad de nuestras instituciones.
En los últimos años, el Estado ha crecido de manera inorgánica. Por una parte, ha aumentado en más de un 50% nuestra tasa tributaria en menos de 10 años. Por otra parte, se han creado nuevos ministerios, nuevos servicios públicos, así como aumentaron el número de Diputados y Senadores.
Es difícil establecer si esos avances en el tamaño del Estado han significado una mejora sustantiva en la calidad de vida de los chilenos o, por el contrario, han producido más bien una pérdida de potencial de crecimiento, inversión y emprendimiento.
Sin embargo, lo más preocupante no es solo la situación fáctica antes descrita, sino que es la renuncia a ciertas banderas que han sido históricas dentro de la centro derecha, y que cada cierto tiempo deben ser actualizadas para aplicarlas a una realidad social que cambia permanentemente.
Una de esas ideas es la convicción de que los recursos están mejor en los bolsillos de los contribuyentes y no en los del Estado. Además, que las razones para imponer a ellos un cobro, por la vía coercitiva, es por razones de justicia y bien común, y no para financiar un entramado burocrático ni los excesos de algunos.
El segundo argumento en relación con eso mismo es por razones de utilidad. Está demostrado que los países con mayor libertad económica son los que más progresan. Ese progreso no solamente es material, sino que también es cultural, educacional y de mayores oportunidades para sus pueblos.
El crecimiento que llamamos "inorgánico" no solo se manifiesta en una burocracia absurda -como aumentar el número de parlamentarios-, sino también tiene que ver con la estructura institucional que se ha ido instalando. Por ejemplo, el regionalismo mal entendido, que cree que por tener más regiones va a significar una mayor descentralización.
Aquellos elementos son los que deben estar en constante cuestionamiento. El tamaño del Estado tiene que ser el necesario, no el excesivo que ahoga el emprendimiento y la libre iniciativa. Esa bandera se hace especialmente necesaria en los tiempos actuales, si realmente queremos ser un país con progreso social para todos.
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