Menos violencia y más educación
Por Carolina Albornoz, directora Fundación Caserta
El fenómeno de la violencia que se está viviendo en los colegios de Chile es resultado de múltiples factores que aquejan a la sociedad, uno de esos, es la falta de priorización del manejo socioemocional de las personas.
El profesor apuñalado por la espalda en Talcahuano, un apoderado sacando un arma para defender a su hijo en una pelea a la salida del colegio, enfrentamientos entre niños y niñas, y las últimas denuncias de abusos sexuales a estudiantes, son ejemplos concretos de lo urgente que es promover e instalar como una prioridad la educación socioemocional desde vínculos colaborativos.
La empatía, por ejemplo, es una capacidad que se aprende en relación con otros, ya que no se nace siendo empático, sino más bien se logra por medio de vínculos y de experiencias significativas con otras personas.
Para lograrlo necesitamos un cambio profundo. Los expertos señalan que este fenómeno multifactorial de la violencia podría abordarse de manera sistémica, es decir, partiendo por la educación socioemocional en la familia y la comunidad escolar para hacerlos parte de la solución.
Diferentes modelos y técnicas abordan el desarrollo socioemocional, el cual se entiende como el desenvolvimiento de los conocimientos, habilidades, actitudes y valores que habilitan a las personas para ser conscientes de sus emociones, regulándolas a través de prácticas y entrenamiento.
Existe el conocimiento teórico que respalda la importancia de aprender de las emociones; gracias a la neurociencia sabemos que éstas se contagian, para bien o para mal, y hoy la violencia se está contagiando masivamente al igual que el Covid en pandemia. Planteado de esta manera, la autorregulación y la generación de espacios de bienestar para los docentes es clave.
Los profesores son los principales agentes de cambio; en la medida que los apoyemos en la autogestión emocional contribuiremos, también, a que se vinculen con toda una generación de estudiantes desde un enfoque integral y formen, así, personas con habilidades socioemocionales al servicio del desarrollo de una sociedad sana y sostenible.
No es un desafío imposible de superar, la autorregulación emocional se aprende y se entrena con intervenciones colaborativas que permiten sembrar esta nueva forma de educar del siglo XXI; una educación integral con el desarrollo de competencias enfocadas en la dimensión socioemocional e intercultural, que fomente el liderazgo y el diálogo.
De esta manera, aportamos a la calidad de la educación y especialmente en el bienestar de las comunidades escolares. Es responsabilidad de todos y todas aprender de lo que estamos viviendo y frenar la violencia desde lo individual para impactar hacia lo colectivo.
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