Mentiras verdaderas y verdades mentirosas
Si lo que afirma Fontaine no es cierto, entonces sean claros. Es muy fácil tranquilizarnos. Díganlo directamente: “Los fondos continuarán siendo de cada trabajador”. Pónganlo en la nueva Constitución. Pero no lo dirán ni lo harán. Qué mejor prueba de quién miente en esta historia.
La semana pasada se armó un escándalo por las declaraciones de Bernardo Fontaine respecto a la intención de la Convención de expropiar los fondos de pensiones. “Los trabajadores no serán más dueños de sus ahorros previsionales”, dijo el constituyente. “Fontaine miente”, expresaron varios colegas, Twitter e incluso conspicuos columnistas dominicales.
Pues bien, todo indica que Fontaine dice la verdad. La mayor apropiación forzosa de la historia de la humanidad (no es broma) está en curso: US$ 172.831 millones de botín. La Constitución pavimentará el camino que se recorrerá, partiendo por el nuevo fondo común para las cotizaciones anunciado por el Presidente, que no es otra cosa que un sistema de reparto. Todas las decisiones del pleno y las comisiones, sumados al programa de gobierno, indican la ruta. Hoy los fondos son privados. Los protege el DL 3.500 y las disposiciones relativas a la propiedad privada en la Constitución. La plata es mía. Incluyendo el derecho a herencia. Por el contrario, si los fondos y cotizaciones se cambian por un “derecho a una pensión”, son del Estado. Del “ente”. Cambiaremos, forzosamente (el 75% de la gente no quiere que así sea), un activo por un derecho a un flujo de pensión. Un flujo sujeto a las reglas de las “cuentas nocionales”, que no son otra cosa que una ficción contable, que asume rentabilidades ficticias sin ningún respaldo en activos.
Como todo el mundo sabe, los sistemas de reparto están técnicamente quebrados. Hace pocos días se revelaron las medidas que EE.UU. está tomando para evitar el colapso de Social Security, que se estima para 2034. El sistema de pensiones del país más rico del mundo sin recursos. Necesitan subir la edad de jubilación, las cotizaciones y los impuestos. La matemática es muy simple: se viven más años y hay cada vez menos jóvenes trabajando para mantener a los viejos. Un sistema tautológicamente condenado en el largo plazo.
Las AFP no son otra cosa que un fondo mutuo con una fecha de rescate predefinida. Nos dan la posibilidad de multiplicar los ahorros, aprovechando la capacidad de espera. Por eso el 70% de los fondos son rentabilidad. Esto lo entiende cualquier neófito en inversiones. Si están en cuestionamiento, es por culpa de los políticos. Faltó un pilar solidario decente y las pensiones son bajas. Ahora se las van a faenar porque les echan la culpa de todo. El plan perfecto para hacerse del botín necesita un villano. El resto del guión tiene dos partes. Primero, ir por el flujo, y luego, por el stock. En la primera parte, ya anunciada esta semana, mientras lo que ingrese de cotizaciones sea superior a las pensiones pagadas en un sistema de reparto, el stock “sobrará”. A continuación, bajo alguna buena excusa, se iniciará el ataque al stock. Millones de tickets prometerán jubilaciones “nocionales”. Se dispondrá así de munición infinita para objetivos “estratégicos” distintos a la rentabilidad. La traducción es tan amplia que da para cualquier cosa. Así que no se extrañen cuando, en varios años más, no quede mucho y el perjudicado sea usted. Como en Argentina, Hungría y Polonia.
Esa es la cruda verdad. Las mentiras descaradas son las que se han esparcido todos estos años. Muy pocos tuvieron la honestidad intelectual y el rigor para investigarlas o desmentirlas: que las AFP fueron creadas para financiar a los empresarios, que hay “comisiones fantasmas”, que las utilidades no son por el encaje sino por las comisiones, que son caras, que se hicieron triangulaciones para beneficiar a Piñera y un sinfín de flagrantes mentiras. Nadie dijo nada. Si lo que afirma Fontaine no es cierto, entonces sean claros. Es muy fácil tranquilizarnos. Díganlo directamente: “Los fondos continuarán siendo de cada trabajador”. Pónganlo en la nueva Constitución. Pero no lo dirán ni lo harán. Qué mejor prueba de quién miente en esta historia.