Mérito y apariencias
De la mano del proyecto de ley impulsado por el gobierno con el nombre de "Admisión Justa" se ha reinstalado en el debate público la idea del mérito como criterio de selección para alumnos que ingresen a colegios públicos. La oposición ha arremetido con la llamada "Ley Machuca", contrapropuesta que abordaría el tema de los hermanastros, aumentaría el número de postulaciones y exigiría una novedad: que los colegios particulares pagados reciban hasta un 30% de alumnos vulnerables. Esto último vendría a desafiar directamente los espacios donde se configura el privilegio.
Asistimos nuevamente a una intensa discusión en una sociedad donde la aspiración al mérito pone en tensión un ambiente cultural de individualismo liberal con el mantenimiento de prejuicios, sesgos de clase y de discriminación racial o de género, aunque con algunas particularidades. La primera es que el mérito aflora siempre en Chile en asociación con una educación que sigue siendo vista como el ascensor social por excelencia. La segunda es su enmarcado en lógica "suma cero": se estaría a favor o en contra de él. Lo anterior no pavimenta otras discusiones tanto o más relevantes como, por ejemplo, la distinción entre mérito esencial y mérito burocrático o institucional ("¿Lo que natura non da, Salamanca non presta?"), o el engrosamiento de antecedentes por parte de algunos políticos que tratan de aparentar más méritos de los que efectivamente tienen. Esas situaciones han sido bien recogidas en frases de personas notables. De la Rochefoucauld, en su momento, señaló que "el mundo recompensa antes las apariencias que el mérito" e Indira Gandhi, por su parte, recordaba que su abuelo le habría hablado de dos tipos de personas: las que trabajan y las que buscan el mérito, recomendándole que tratara de estar en el primer grupo ya que en él habría menos competencia.
Si queremos encontrar en Chile un ámbito donde el mérito ha ocupado una centralidad parecida es con relación a las cuotas de género, que pudieron ser aprobadas en el marco de la reforma del sistema binominal del año 2015. La demora en su aprobación es un indicador de las resistencias que recibían ya que, en Argentina, debutaron a principios de los ochenta. Sus detractores esgrimían que las mujeres debían ingresar en las listas electorales por sus capacidades, sin ayuda de "muletas" legales. La evidencia ha mostrado cómo las candidatas se ven expuestas a procesos de "sobre mérito", en base a rendimientos excepcionales y diferenciales. Su condición de pioneras en un ámbito todavía masculino como el político las coloca en el punto de mira de la observación social y en base a un plus de exigencias. Parece raro pero todavía sucede, incluso estando en tiempos del #Metoo.
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