Mesa interdisciplinaria para el retorno a clases

Por Lorena Medina, decana de la Facultad de Educación, Pontificia Universidad Católica de Chile
Qué duda cabe que este tiempo de pandemia nos ha obligado a reorganizar y repensar las cuestiones más básicas de nuestras vidas y los sentidos que nos mueven cada día. La educación formal, ha debido replantearse y extender los límites de su espacio educativo a plataformas virtuales poniendo a prueba las condiciones materiales, la flexibilidad y capacidad de aprender de todos los actores del sistema educativo. Y si bien, muchos docentes e instituciones han hecho una gran labor, también ha puesto en evidencia la desigualdad en la formación, la organización de los establecimientos, conectividad de estudiantes y profesores y su acceso real a oportunidades de aprendizaje remoto.
En este escenario, al que se suma al anuncio de la OMS de tener una vacuna masiva recién el 2022, en un país diverso, centralizado, en el que las oportunidades de aprendizaje de calidad aún dependen en gran medida de las condiciones socioeconómicas, resulta complejo seguir pensando en que las definiciones, estrategias y condiciones para un posible retorno presencial a las escuelas son las mismas para todas las realidades e instituciones educativas a lo largo del país. Hoy se requiere ir más allá de la polaridad de si volver o no volver, cuestión que se irá calibrando en la medida en que la prioridad sanitaria lo permita. Lo que se requiere con urgencia, es levantar una mesa interdisciplinaria con participación de expertos en salud y educación, colegio de profesores, directivos, colegio médico, seremis, alcaldes, entre otros; conectada con mesas regionales, sensibles a los territorios, donde se tomen decisiones basadas en evidencia. Esta idea está circulando hace ya un tiempo en diferentes grupos, como el de la Mesa Social COVID, 3b, Educación, liderada por la UC y la U. de Chile.
Mientras esta mesa interdisciplinaria dialoga con las comunidades avanzando en definiciones que preparen responsablemente el retorno, cuando sea posible, se debe avanzar también en destinar más recursos a la educación pública, para resguardar el bienestar y oportunidades de sus comunidades, asegurando conectividad, una infraestructura que permita real distanciamiento físico y los soportes tecnológicos que este nuevo escenario demanda. Presencialidad y virtualidad se integran así en un nuevo espacio educativo, en el que la relación pedagógica esencial entre profesores y estudiantes debe estar al centro, revisada y potenciada.
Tenemos la tremenda oportunidad de replantearnos la educación chilena, trayendo de vuelta la preocupación por la formación integral y el bienestar de las personas. Recuperar la emoción de aprender, esa apertura transformadora que los verdaderos procesos de aprendizaje reclaman. Pero antes, se debe avanzar hacia la transformación también de la política pública, las facultades de educación y las instituciones escolares, transitando hacia sistemas educativos más flexibles, capaces de aprender y con visión de futuro.