Mientras antes se resuelva, mejor

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Por Pablo Valderrama, director ejecutivo de IdeaPaís

El título de esta columna corresponde a la frase que el presidente de Anatel, Ernesto Corona, señaló a propósito de todas las implicancias que podría tener la posible postergación de las elecciones programadas para el 10 y 11 de abril de este año. La frase, sin embargo, podría haberse escuchado de cualquier persona con algún mínimo de interés por la salud de nuestra democracia, sea un candidato o un ciudadano de a pie.

En el caso de los candidatos, estos son los que razonablemente buscan certezas de manera más rápida: muchos de ellos han comprometido su tiempo, trabajo y dinero en una campaña plagada de dificultades impuestas por el coronavirus. Los otros tantos, nosotros, debemos entender que lo que está en juego es una de las elecciones más importantes de los últimos años, por lo que las condiciones que acompañen a este momento electoral deben ser tomadas con la mayor precaución.

El problema, sin embargo, es que aún no inicia la discusión en el Congreso y ya hay anuncios de distintos sectores de la oposición que han manifestado su interés por estirar la mano más allá de lo debido. Los más atrevidos del oportunismo no titubean en sugerir que esta situación es una obra del gobierno para sabotear el proceso constituyente; que es una maniobra política por el temor de la derecha a perder la elección; que el Presidente Piñera tiene miedo de dejar la Presidencia; mientras que otros tantos aprovechan de pedir más ayudas sociales que los posicionen en encuestas o condicionan su voto para la postergación si el gobierno cambia su agenda política, sanitaria, económica y social.

Todos ellos hacen ver este panorama con mucha preocupación: mientras más se demoran nuestros dirigentes políticos en llegar a algún tipo de acuerdo, más tensionada se encontrará nuestra institucionalidad democrática y los miles de candidatos que han asumido grandísimos costos personales seguirán viviendo a la deriva, cuya situación personal no es un asunto meramente individual: se trata de quienes buscan ser nuestros representantes, de quienes exigiremos los más altos estándares de comportamiento, y quienes pueden ayudar a oxigenar una política tan cuestionada. Un asunto que, después de la crisis de octubre, se hace cada vez más urgente de atender.

Con lo anterior a la vista, resulta evidente que cuanto antes se entreguen certezas todos saldremos beneficiados, pues son muchos los valores en juego y altísimos los costos que los actuales representantes, los aspirantes a serlo y el país y su institucionalidad deberán pagar. Por cierto que saldrán creativos que sugieran muchas soluciones, cada una más “original” que la anterior, sin embargo, tal creatividad no puede olvidar que mientras antes se resuelva esto, mucho mejor.