Elecciones, migración y cohesión social post pandemia
En medio de una crisis de seguridad pública y de una economía que se estaría reactivando recién a partir del próximo año, la presencia de migrantes en Chile sigue siendo observada y disputada. Prueba de ello son los resultados de las elecciones de consejeros constitucionales del domingo, donde los partidos que son abiertamente partidarios de restringir (e incluso eliminar) la migración obtuvieron la mayoría de los escaños. Estos resultados no parecen tan sorprendentes si revisamos los datos de nuestro estudio llamado “Cohesión social y cambios actitudinales hacia la migración” -basado en los datos de la Encuesta longitudinal ELSOC del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES)-, que reveló que tres de cada diez chilenos/as señalaron tener poca o ninguna simpatía por las personas migrantes.
Si bien en los años previos a la pandemia del COVID-19 (2017 y 2018) había mejorado la actitud hacia las/os migrantes en distintas variables relacionadas a la cohesión social, los resultados tuvieron un retroceso en el sondeo realizado en 2021, posterior a la pandemia y recesión económica. Esto coincidiría con la evidencia internacional que señala que, en momentos de crisis, el chivo expiatorio por excelencia es el/la migrante: un “otro” construido que amenazaría la unidad nacional.
Revisemos los datos: en el año 2019, un 24% de los/as chilenos/as declaró sentir ninguna o poca simpatía hacia las/os migrantes, mientras que en 2021, la cifra aumentó al 35%. Al mismo tiempo, una mayoría importante de las personas encuestadas en 2021-un 81%- manifiesta que tienen poca o ninguna semejanza (en términos identitarios) con la población migrante, y un 52% de chilenos/as considera que la llegada de migrantes aumentaría el desempleo. En otras palabras, tras los años de pandemia, son más los/as chilenas/os que perciben a las/os migrantes como una amenaza, tanto en su identidad y costumbres, como en el acceso al trabajo.
En este estudio observamos también que quienes poseen menores niveles educativos y que residen en barrios con mayores tasas de migrantes, comenzaron a percibirlos más negativamente, lo que reflejó un aumento del sentimiento anti-inmigrante en los últimos años. Este resultado implica que la educación mitigaría los niveles de amenaza que usualmente se perciben con la presencia de migrantes, y por tanto, tener un mayor nivel educativo permitiría alcanzar una mejor convivencia con los/as migrantes.
La educación se convierte entonces en un aspecto vital que debemos considerar si queremos lograr una mayor cohesión social. En esa línea, es fundamental abordar este escenario migratorio y multicultural del Chile contemporáneo, entendiendo los distintos factores que influyen en la convivencia en barrios multiculturales. Para ello, es clave desmitificar ciertos aspectos relacionados históricamente con las migraciones, que refuerzan la criminalización y deshumanización de ciertos grupos migratorios. Estos constituyen los residuos coloniales que ha hecho que el racismo siga prevaleciendo, y donde se inferioriza a un “otro”, especialmente en contextos desaventajados.
Educar y concientizar a la población local sobre las trayectorias y las condiciones que enfrentan cotidianamente las personas que migraron para buscar una vida digna, es un desafío que debemos abordar no solo en el área educacional, sino también en los espacios laborales y en el sector público. Solo así podemos comenzar a generar cambios en las actitudes y percepciones de la población local, las que, hasta ahora, han tendido a un aumento de los prejuicios y a generar asimetrías de poder. Por sobre todo, han ido erosionando la posibilidad de un encuentro intercultural y una convivencia amistosa entre chilenos/as y migrantes, que se ve aún más difícil luego de las últimas elecciones.
Por Macarena Bonhomme, Universidad Autónoma - Núcleo Milenio NUDOS – COES, Juan Carlos Castillo, Universidad de Chile – COES – NUDOS, Daniel Miranda, MIDE UC – COES – NUDOS, Julio Iturra, Universidad de Bremen - COES