Columna de Daniel Rodríguez: Mineduc y Simce: el peor ciego
Cuando se discute públicamente sobre el Simce y la evaluación estandarizada en educación, usualmente se argumenta que, si no se cuenta con información válida, confiable y comparable en el tiempo, el sistema queda “a ciegas”. Las metáforas tienen sus límites, pero iluminan. Y algo de ello hemos visto en estas últimas horas con la entrega de resultados del Simce 2022.
Los desórdenes públicos de octubre de 2019 y la pandemia impidieron la aplicación de esta prueba durante tres años. Ayer, por primera vez, tenemos una fotografía comparable entre los aprendizajes anteriores a la pandemia, y la situación actual.
¿Qué muestra este Simce? Básicamente dos cosas. Primero, que la pandemia afectó de forma muy importante los aprendizajes de los estudiantes, mostrando disminuciones significativas en tres de las cuatro pruebas aplicadas. Es importante tener en cuenta que 10 puntos de diminución en un promedio que recoge datos de más de 200.000 estudiantes no es poco. Es una señal de que el golpe al sistema fue de tal magnitud y extensión que afectó significativamente a casi todos, sin que importaran las distintas condiciones o contingencias de cada uno. La gravedad de esto no se puede soslayar.
Segundo, la pandemia golpeó más a Matemática que a Lectura, y más en media que en básica. Esto ayuda a la política nacional a reenfocarse. Por ejemplo, el foco que la sociedad civil le ha dado al combate contra los efectos de la pandemia es la lectura en los niveles iniciales, pero los datos muestran que muchos más esfuerzos son necesarios en Matemática y que en Lectura no se puede descuidar la educación media.
Ninguno de estos elementos es una buena noticia, más bien al revés. Por eso no se entiende que la aproximación comunicacional del Ministerio de Educación para dar estos resultados haya sido más positiva y rozando en la celebración, con autoridades sonrientes y múltiples aplausos. En su cuenta de Twitter, el Ministerio destacaba solo un dato, que 116 colegios (1,45% de los colegios evaluados) que llevaban al menos cinco años en la categoría más baja habían mejorado. No se dio el dato de cuántos colegios empeoraron. Esto no es casual, pues el Ministerio prepara hace más de un año un proyecto de ley en la línea de evitar el cierre de colegios que fallen reiteradamente a sus estudiantes en entregarles oportunidades de aprendizaje.
Según una investigación recientemente publicada (Kuzmanic et al, 2023), durante la pandemia los colegios municipales estuvieron abiertos cerca de un 39% de los días que podían abrir, mientras que los particulares subvencionados abrieron un 70% de los días. Pero el Mineduc no mostró los datos separados por dependencia, que permitieran observar (o no) si esa enorme diferencia en gestión educativa entre el Estado y los privados que atienden estudiantes de igual vulnerabilidad tuvo algún impacto en aprender.
Volviendo a la metáfora inicial, ¿qué podría explicar que el ministro Ávila elija “ver” en los resultados del Simce una buena noticia para el 1%, y no la mala para el 99%? ¿Qué lo lleva a no usar los canales comunicacionales para hacer ver a la población que existe información válida y confiable (que él quiso eliminar, por lo demás) que confirma que las oportunidades académicas y laborales futuras de nuestros hijos están en riesgo? ¿Qué lo lleva a tratar de suavizar la realidad, escondiendo los datos por dependencia?
Ahora que contamos con datos para efectivamente ver y actuar, el ministro a cargo parece el peor tipo de ciego, el que no quiere ver.
Por Daniel Rodríguez, director Ejecutivo de Acción Educar