SEÑOR DIRECTOR:
En las primeras clases de introducción a la economía nos enseñan sobre los “monopolios naturales”, es decir, industrias donde resulta más eficiente que un solo proveedor ofrezca el servicio debido a altos costos fijos. El ejemplo de libro es la distribución eléctrica, dado que no tendría sentido tener dos postes de luz transportando cables de distintas empresas.
A diferencia de otros servicios, en los monopolios naturales no hay alternativa cuando la atención es deficiente, por lo que la regulación competente es crucial. Esta regulación asegura que la empresa prestadora tenga incentivos para ofrecer un buen servicio.
Recientemente, hemos visto una gestión deficiente y escandalosa en las empresas de distribución eléctrica. La Comisión Nacional de Energía (CNE), encargada de regular el mercado eléctrico, ha fallado en su labor. La CNE debe imponer sanciones ejemplares a las empresas negligentes. Si es necesario que pierdan la concesión, así debe ser, para enviar una señal clara y potente a actuales y nuevas concesionarias: que una mala gestión, no la van a sacar gratis.
Algunos sugieren que la distribución eléctrica debería ser gestionada por un ente público en lugar de empresas privadas. Sin embargo, si el sector público no puede ni siquiera fiscalizar adecuadamente, ¿realmente queremos confiarle un servicio tan importante e infinitamente más complejo que fiscalizar?
Tomás Larraín Lazcano
Economista
