Mujeres en ciencia: una eterna lucha contra los prejuicios
Por María Cecilia Hidalgo, presidenta de la Academia Chilena de Ciencias y primera mujer en recibir el Premio Nacional de Ciencias Naturales
El camino del éxito no es fácil para la mujer en ciencia, como no lo es para ninguna representante de nuestro género en diversas actividades humanas. Muchas de las barreras que enfrentamos no son solo de infraestructura o políticas públicas, sino también tienen su origen en profundos prejuicios culturales, enraizados por décadas y que nos afectan cotidianamente.
Gran parte de estos prejuicios también se reflejan, lamentablemente, en los propios investigadores. Esto es consecuencia de una cultura que no considera a la ciencia como una actividad para las mujeres, que no acoge ni promueve sus talentos, encasillándolas en estereotipos y en tareas que no requieren de grandes capacidades intelectuales.
Un reflejo de esto es el pobre reconocimiento histórico a la ciencia hecha por mujeres, la poca consideración a las opiniones de las científicas, la menor consideración de sus publicaciones (menos citadas) y una subestimación de sus logros. Cuando una de ellas pide una carta de recomendación, estas suelen recibir calificativos como ser “simpáticas” y “bondadosas”.
No pocas veces he visto esta escena: una investigadora postulando a una mejor posición, acumulando varias capas de antecedentes para respaldar sus capacidades, lo que incluso las convierte en candidatas sobrecalificadas. Y es que la barrera para avanzar en la carrera científica y académica es mucho más alta para ellas. Son esas concepciones las que limitan nuestro desarrollo.
Chile es aún un país bastante machista, como a menudo lo comprobamos las mujeres que hacemos ciencia. Apenas el 38% de la investigación en nuestro país es realizada por mujeres. Aunque es una cifra superior, por ejemplo, al 20% de las mujeres parlamentarias, las brechas son aun bastante grandes.
La ciencia nacional refleja los mismos prejuicios de nuestra sociedad, que limitan o impiden el reconocimiento del talento de las mujeres. Las cifras exhiben una participación aun menor a la general cuando se observan solo los cargos directivos y académicos, así como su presencia en consejos directivos de empresas de base científica-tecnológica. Con el paso del tiempo y al avanzar en la carrera científica las barreras que enfrentamos se hacen aun más evidentes.
Los espacios formales e informales de decisión son mucho menos accesibles para las mujeres. No podría ser de otra manera cuando muchos creen que la mujer es incapaz de dejar fuera del laboratorio su carácter emocional y que la experiencia racional de observación y análisis solo es patrimonio de los hombres. Tal como se considera que el cuidado de los hijos y la postergación de la carrera por la vida familiar es, en muchos casos, exclusivamente responsabilidad de las mujeres.
No podemos pasarnos cincuenta o cien años a la espera de los cambios que la sociedad exige para equiparar la cancha, impulsando a paso de tortuga transformaciones que van desde cuestiones estructurales hasta aquellas percepciones que minimizan las capacidades de las científicas. Debemos acelerar este proceso o, de lo contrario, seguiremos cada 11 de febrero –Día de la Mujer y la Niña en Ciencia, declarado por Naciones Unidas– oyendo los mismos análisis.
Desde la Academia Chilena de Ciencias, hemos aumentado los espacios de reconocimiento a investigadoras menores de 40 años, otorgando anualmente el Premio Adelina Gutierrez a científicas desatacadas en ciencias naturales y exactas. Pero no es suficiente: se requiere que las instituciones tomen conciencia de la urgencia de apoyar a mujeres en momentos decisivos de su vida, donde las brechas se agigantan. Lo mismo en etapas tempranas, donde niñas y jóvenes se marginan por cuestiones culturales de las especialidades de las áreas STEM.
El mensaje para las mujeres científicas –y para las que sueñan con algún día llegar a serlo– es que nunca dejen de creer en sí mismas, que aunque los obstáculos estarán ahí, sí tienen la fuerza necesaria para sortearlos. Muchas veces se encontrarán con situaciones injustas, por lo que deben aprender a tolerar frustraciones, pero al mismo tiempo las insto a constatar que, al hacer ciencia, están ayudando a abrir un camino para las futuras generaciones.